Estamos ante una de esas películas de premisa y propuesta tan diáfanas, tan claras, que acaba por convertirse en el ejemplo perfecto de precrítica escueta, igualmente directa y de consejo inevitable.
Líbranos del mal es el primer trabajo como director de Amy Berg. Es también, así de primeras, un documental nominado al Óscar. Estaba claro que con su temática polémica era realmente difícil que se llevara el gato al agua y, efectivamente, al final no pudo ser. Sea como fuere, en aquellos países donde ya ha podido verse destacan tanto su trabajada factura técnica como su atrevimiento temático. Aunque no olvidemos que, hoy en día, ser polémico es prácticamente más práctico y menos arriesgado que ser sutil, suave, dulce.
Tampoco es mi intención entrar en aspectos "argumentales" (torpe palabra tratándose de un documental) pero precisamente por ese caracter documental me da menos miedo adelantar dos conceptos sobre los que incide la película: la Iglesia, y la infancia. Estableced la más nefasta relación entre ambos elementos (estáis pensando en esa, sí) y voilà, he ahí el objeto de análisis de Líbranos del mal.
Un tema sangrante. Al final no estamos ante ningún tipo de ficción, así que como ante cualquier reportaje, estudio o trabajo documental, el interés de cada espectador ante el tema que se trata marcará todo.