Como era de esperar, esta historia está
llena de nostalgia. Explícitamente, la nostalgia de un mago
anticuado desplazado por las nuevas modas de hits del pop.
Implícitamente -no tanto- y de un modo más general, nos habla de la
artesanía, del arte personal y realizado con mimo, desplazado por el
producto calculado de una industria que tiene a su disposición las
más modernas tecnologías para la ejecución y distribución. De ahí
podemos llevarlo a donde queramos. El video mató a la estrella de la
radio. Los multicines a las viejas salas y a su magia. Y por
supuesto, Internet a todos ellos. Los guiones prefabricados que
forman ya parte de la estrategia global de marketing. En fin, todo
eso. Y frente a todas estas aberraciones, que a veces sólo son tales desde nuestra perezosa y acomodada concepción del mundo, la
reivindicación del talento personal y el factor humano en el arte.
Sylvain Chomet, el director, nos
habla de todo ello con una cuidada estética clásica y con una
entrañable historia de ilusión. El guión se apoya en dos conceptos
clave que lo hacen reflejo de un tiempo pasado: en primer lugar, el
hecho mismo de que sea un viejo guión escrito hace décadas por
Jacques Tati, y en segundo lugar, que la adaptación sea
precisamente un claro homenaje a Tati, a su estilo y a su cine, que
representan de una forma muy clara, una manera de ver el cine -el
arte- que hace tiempo quedó atrás.
El protagonista animado es una
representación perfecta de la imagen de Tati. La estética de la
animación, oportunamente en 2D, evoca también tiempos pasados, de
los mejores (viejos) momentos de Disney, cuando el cuidado y el gusto
eran la norma, y no el producto repetitivoy facilón que llegó a ser. Lo que probablemente
será en el futuro Pixar a la animación moderna. Pero no nos
engañemos, al contrario que el protagonista de la película, Chomet
no duda en renovar su cartera de trucos, para mejorar su
planteamiento clásico con las más avanzadas técnicas de animación.
Se consigue una atmósfera que impregna la butaca. Puedes sentir el viento y el olor de la bahía
bajo el sonido de las gaviotas, y reconocer esas tierras escocesas.
Puedes sentirte cobijado en el calor de la taberna, con su luz tenue
pero cálida. Te derrota la melancolía de las calles vacías en la
noche. Se aprecia enormemente la diferencia entre la gran ciudad y
los pequeños pueblos costeros. Y esto se consigue con una técnica
de iluminación que de clásica sólo tiene su tono. Con un 2'5D, con
inumerables capas de detalle. Con el tratamiento minucioso en los
materiales y en el movimiento de los personajes.
Quizá el ritmo es algo pausado y hacia
el final puede hacerse pesada para una mente del XXI, pero así debe
ser, ese es el concepto. Me apaga más la idea derrotista del fracaso del pequeño
artista, quiero decirle al personaje que no debe resiganarse y que
debe renovarse, crecer, mejorar, aprender, entender al nuevo público, sin que por ello tenga que
ser parte del sistema. Pero claro, eso también quiero decírselo a
la industria del cine en general.