Por alguna razón, todo aquello que por antiguo va quedando en desuso, adquiere inmediatamente un halo de romanticismo nostálgico. Ocurre con los edificios antiguos, con los vestidos antiguos... la parte vieja de una ciudad siempre es lo más atractivo. Y por supuesto, también ocurre con la tecnología. Era ya habitual ver algunas películas de ciencia ficción que basaban su ambientación en la tecnología del siglo XIX, el Steampunk. Pero los tiempos avanzan y lo que ayer era el presente hoy es el pasado. Como no podía ser de otra manera, hemos alcanzado un punto en el que ahora también recordamos con nostalgia nuestro amado y odiado siglo XX.
En un mundo wireless, interconectado por los móviles e Internet, obsesionado con el diseño de sus aparatos, vemos esta película repleta de cables, con mensajeros que corren por las calles y con tecnología sucia, roñosa, y adorablemente fea. No sé yo si este gusto por el viejo siglo XX tiene ya un nombre, si no lo tiene ofrezco uno: Wirepunk. Seguramente, donde primero vimos esta corriente fue en la segunda parte de la saga de Matrix, con un Sion muy parecido a este Ember. El pasado lejano de las nuevas generaciones es aquel en el que otros hemos crecido, y eso queda patente en esta saga literaria, ahora película, dedicada evidentemente a los más jóvenes.
Aunque no es esa la razón por la que se hace difícil que un adulto disfrute plenamente de City of Ember. Es algo mucho más sencillo: no tiene suficiente calidad. Su guión cae en la mayoría de los lugares comunes del género, es facilón y en muchos casos inaceptable -incluso dentro de ese mundo de ciencia ficción / fantasía.
Sin embargo, tiene algunos puntos en su favor. Los pocos momentos en los que Bill Murray nos regala su presencia. Tim Robins tampoco está mal. Otro punto positivo es la imaginación visual de su director, Gil Kenan, que parece que con esta película sigue haciendo animación, primero por la gran cantidad de imágenes generadas digitalmente que aparecen en la película, y segundo por su forma de planificar, de caracterizar a los actores y de construir situaciones visualmente exageradamente explícitas.
Por lo demás, una película básicamente dirigida al público más joven, con la esperanza de que no hayan visto demasiado cine como para saber que todo esto ya se ha hecho mil veces antes. Con mucho de la exitosa saga de Harry Potter y con un marcado mensaje que puedan entenderlo bien los críos. Parece que el tipo de moralina también va por épocas, seguramente en función de las necesidades de la sociedad del momento. Hace veinte años se hacía hincapié sobre todo en la ciencia, la mitad de las películas infantiles tenían un niño con gafitas inventor que terminaba prevaleciendo sobre los matones sin cerebro. Ahora lo que se lleva es llamar la atención de los chavales sobre el estancamiento creativo, el conformismo ante una sociedad que nos lo da todo hecho, la llamada al trabajo por seguir construyendo. La línea ética de esta película es muy similar a la reciente Wall-E. Ahora el mensaje ha cambiado: "levanta el culo del messenger y haz algo útil".