Crítica de la película Nueve Vidas por Iñaki Ortiz

Ha sido ante todo refrescante. Está bien ver los planos secuencia, las pequeñas virguerías, los planos imposibles (a veces tan imposibles que fallan, como es el caso de un plano frente al espejo en el que, durante un rato podemos ver la manga del cámara, pero olvidemos este punto). El caso es que está muy bien, pero, afortunadamente, me quedo con la sensación de que sin planos secuencia hubiera sido sobresaliente también.

Lo importante es que apenas hay limitación. El hecho de trabajar complicadas "coreografías" en un supermercado no impide tomar un primer plano bellísimo de unas manos sobre un vientre embarazado. Y como ese, otros muchos ejemplos de detalles. Aunque, aun sin estos detalles, seguiría siendo sobresaliente.

Me encanta lo seco de su planteamiento. Corte a negro sin perder tiempo. Silencio doliente, imagen dura. Eso sí, debo decir que no me gustan los rótulos introductorios. No son finos, lástima.

El reparto está tremendo. Especialmente el femenino. No me parece que esté a la altura el personaje de Damian (el del supermercado), que es uno de esos actores que cree que se actúa mejor si se mueve todo el cuerpo en bloque. Sin embargo, su compañera en la escena, Robin Wright Penn, está impecable. Y creo que debo hacer una mención especial a Dakota Fanning, que siendo una niña demuestra por segunda vez que puede aguantar un plano secuencia sobradamente. Resulta perfectamente natural y espontánea, esperemos que no se malogre con la edad.

Desde luego lo que me ha fascinado es el guión. Unos doce minutos perfectamente aprovechados. Historias enlazadas, no sólo por parentescos sino por conceptos. El guardia de la prisión no se apiada de la mujer y de la barrera física que le impide de hablar con su hija, mientras él, descubrimos luego, tiene su propia barrera con su hija. Pero, en fin, tantos detalles que sería tonto hacer una lista. Quizá comentar el racimo final que es un cierre impresionante.

Emotiva, contenida, intensa, sutil y original. Impecable. Habrá que seguirle la pista al autor, Rodrigo García. Y, por favor, que se busque un nombre artístico.