Ocho y medio es una película clave, importantísima. Extenderme sobre ella es estúpido. Quién más quién menos, entre la gran mayoría de nuestros lectores, saben de qué hablo. Y quiénes no poco más podrán aprender con unas cuántas líneas de regalo, así que me lo ahorro. Fellini en sumo grado autobiográfico, surreal y experimental al tiempo. Genial.
De ese material, más recientemente, surgió Nine, musical puro y duro de Broadway que popularizó Antonio Banderas y que le valió varios premios. Ya con Rob Marshall decidido a convertirlo en película, Banderas obtuvo la promesa del realizador de que sería el protagonista de la adaptación. Promesa rota.
Ahora tenemos a Daniel Day-Lewis sustituyendo a Banderas y, a su vez, retomando el Guido que interpretó, en otro estilo, Marcello Mastroianni. O sea, a Fellini, en última instancia. A su alrededor, el harén de Guido, que esta vez cuenta con ladies como Penélope Cruz, Marion Cotillard, Nicole Kidman o Sofia Loren.
Lo que puede aportar Rob Marshall no supone demasiado misterio, ya que él fue el responsable de Chicago. Así que por ahí van los tiros. ¿La ventaja? Pues, más bien, la esperanza, concretamente de que el material original de Fellini sirva para aportar algo de chicha, aunque de él no vaya a quedar seguramente todo el jugo.
Pero puede que más que suficiente para jugar a la doble lectura (olvídemonos del resto), y ante todo quedará escenario de sobra para que Marshall haga lo que mejor sabe hacer, que es vestir y adornar espectaculares coreografías y dirigirlas con el respeto suficiente como para poder disfrutarlas sin molinrougeanos mareantes ultramontajes.
Por último, espero mucho de Penélope Cruz en Nine. Espero que esté simplemente perfecta en un papel que le viene que ni pintado. Creo que será la fémina que mejor funcione en el lucidísimo elenco de la película. Espero menos de Nicole Kidman, cada día más apagada.
Yo no me la pierdo.