Una película que no llegando a durar 90 minutos se hace larga tiene una muy mala tarjeta de presentación. Y eso es lo que me ha pasado con esta obra decididamente menor de Allen, que sigue empeñado en demostrarme que lo suyo es dar una de cal y una de arena.
Nadie le niega a estas alturas su ingenio y su portentoso talento, pero siendo sinceros hay que reconocerle igualmente lo desgastado del mismo. No me cabe duda tampoco que es difícil mantener una filmografía construída a película por año, pero es que poquito salvo de este remake fallido de "Misterioso asesinato en Manhattan".
De esta película me quedo una vez más con el talento de Allen para generar un punto de partida: la historia de un perspicaz y sabueso periodista que no deja escapar un reportaje ni muerto y que es capaz de escapar a la propia muerte. ¡Genial!
Me quedo también con el talento infinito de Allen para desnudar las miserias del cine USA y de su cultura como lo hace en la escena final en el barco de la Muerte.
Y entre medias sólo rescato un interesante registro de Scarlett Johansson que SE COME CON PATATAS a Hugh Pasmarote Jackman que aparte de porte poco más me aporta.
Saltando de esta cacofonía destaco también alguna pincelada en forma de chiste de los innnumerables e interminables monólogos de Allen, reinterpretándose por enésima vez, y con el momento musical en el que Jackman le dice a Sondra que va a morir ahogada.
Como contrapartida tengo una lista bastante larga de contras que intentaré sintetizar.
En líneas generales la película me resulta una obra floja por tratarse de una comedia excesivamente ligera que me recuerda, salvando las distancias, a las comedias menos afortunadas de Shakespeare o a gran parte de las comedias de Lubitsch.
Esto podría ser bueno si no fuera porque esas obras a las que hago referencia tienen más años casi que el propio Allen. Y es inadmisible que a estas alturas nos venga con un planteamiento original que desarrolla o más bien rellena con una trama anodina, trufada de exasperantes coincidencias, y predecible en la que el espectador se relaja tanto que termina por aburrirse.
Demasiadas conversaciones que no interesan, demasiados monólogos de Allen que no terminan, un malo que no está bien trazado, que ni gusta ni todo lo contrario, y un abuso de la elipsis que elimina cualquier poso y resetea al espectador hasta llevarle irremisiblemente hasta el bostezo.
La película no se calienta y, lo peor para una comedia, termina por caer en la ñoñería llevada hasta el máximo exponente con su patético desenlace en el intento de ahogo a Scarlett. Vamos, que ni en los 40.
Que sí, que estas cosas no son lo importante en el cine de Allen, pero al firmar una película en la que no nos involucra, ni nos hace creernos la trama, ni nos parte de la risa en la butaca, no nos deja más remedio que recordarle que tanta ligereza, tibieza y despreocupación, a estas alturas de la película, es inaceptable.