La última película de Agustí Villaronga, Pa negre, no ha estado a la altura de lo que me esperaba. A pesar de que ha tenido algún detalle que otro, la cinta en casi su totalidad está bañada por los tópicos, los discursos facilones y lo previsible de su historia. Le sobran minutos y acaba encajando todo con calzador, corriendo y a lo loco.
Ya desde un principio uno se da cuenta de la ausencia de la carga política y de los acostumbrados colores, bandos y uniformes. Un acierto, ¿por qué no? Pero, al llevar el peso de la historia los personajes al cien por cien, los acontecimientos acaban siendo muy forzados, a veces sin sentido. No cuenta nada nuevo y si lo hace, es una historia que en otra época, en otro país también vale. No tiene un valor diferenciador. ¿Cuántas veces habremos visto y oído el paralelismo de los pájaros, la libertad, los ideales y todo eso? Muchas. Facilón. Ese tipo de metáforas ya están muy vistas.
Yo no dudo de la tragedia pero es que apenas uno se estremece, se emociona, nada te sacude, podríamos estar dos horas más, seguiría el transcurso de la historia familiar con brincos, idas y venidas pero sin demasiado sobresalto. Y es que el drama, si está bien contado y filmado, emociona a toda la sala. Eso sí, la interpretación del niño protagonista es digna pero, ¿Si estamos en 1944 porqué se habla en catalán y encima delante de gente del movimiento? Ojalá se hubiera podido hablar tan claro y alto en aquellos años. Otro golpe.
Se han visto los rostros de la guerra, los niños son adultos y los mayores juegan a ser mayores de una vez. Una peli típica de la guerra, bueno, de historias personales en tiempos de guerra. Sin fuerza, sin arrancar del todo, con poca gasolina. Una lástima, la esperaba con ganas. Siempre nos quedará la novela.