Ridley Scott se adapta a la moda y se une a la revisión del género de espionaje político que, de un tiempo a esta parte, está viviendo el thriller norteamericano. La guerra contra el terrorismo en Oriente Medio está haciendo mella también en el Séptimo Arte, y lo ha hecho entrando en todos los géneros: la acción (Tres reyes), la comedia (La guerra de Charlie Wilson) o el puro género bélico (Jarhead). Y el thriller, orientado al subgénero espionaje, agentes de la CIA, grabaciones desde satélite, mentiras y medias verdades, todo eso, no podía ser menos.
A la moda se apunta Ridley Scott, que es un tipo que no sólo viene aceptando casi cualquier proyecto que le echen, si no que además ahora confirma su status de mero artesano, talentoso pero con la convicción justa en lo que hace, rodando todo en tiempos records para poder plantarse en un ritmo de casi más de una película por año: Un buen año en 2006, American gangster el año pasado, ésta ahora y ya anda inmerso no en un uno sino en dos proyectos más: su revisión anunciada de Robin Hood y la adaptación de The Forever War.
Así las cosas no espero una película demasiado reflexionada, ni elaborada con excesivo esmero por el detalle en lo que se refiere a los recobecos de su guión, su trama, su desarrollo. Sí espero gusto por lo estético, planos y encuadres interesantes, destellos visuales a la altura del talento de su director. Remitiéndome a lo que ya pasó en American gangster, también espero que Scott, como viene haciendo últimamente, acabe por conformar un mosaico de diferentes elecciones escogidas de entre sus influencias más directas, dificultando así que la película acabe por tener un estilo propio.
Afortunadamente, al frente del reparto Scott cuenta con dos actores que, entre otros valores, destacan por su enorme energía, dos intérpretes con garra y fuerza en pantalla y capaces de sobrellevar el ritmo y máxima responsabilidad de una película: Tanto Russell Crowe como Leonardo di Caprio han demostrado ya hace tiempo que están entre los actores más interesantes del panorama hollywoodiense actual.
Desde luego, si no sobreviene un descalabro inexplicable, Red de mentiras será una buena película de género, con ritmo, buena factura y mejores interpretaciones. Y aunque todos sabéis que ando muy desencantado con Ridley Scott desde hace ya unos cuantos años, y dejando claro que no espero ninguna maravilla, una vez más dejo un resquicio para la esperanza, hasta donde me lo permite la lógica.