Venía Park Chan Wook a Donostia a cerrar su trilogía sobre la venganza y el público estaba impaciente, tanto, que tras unos títulos de crédito que presagiaban lo mejor, aplaudió entregado. Lástima que desde la primera escena quedase claro que la película iba a ser un fiasco.
Sólo el hecho de que la viese en el Teatro Principal, en la Semana de Cine Fantástico y de Terror la salvó de la quema. La película, como muy bien se gritaba, se enredaba en subtramas que no llevaban más que a alargar una sosa venganza y a rescatar un buen plano para la retina.
En esta ocasión, Wook se ha olvidado de todo lo que mostró en "Oldboy", de un sólido guión, de un crescendo, de un irnos metiendo poco a poco en la historia, en la venganza, en la violencia, en lo truculento. En esta película nos lo da todo hecho y encima es tan descarado que juega a hacer cine coreano trampa. De los del simbolismo delirante y el escupitajo en el ojo.
Lo dicho, sólo el lugar y la dirección, barroca y bella en muchos momentos, salvan un producto caduco desde su concepción. No se puede cerrar algo en lo que no va a aportar nada nuevo. Mal. Decepcionante.