De momento no voy a dejar de ver las películas de Kim Ki-Duk. Me gustan porque ante todo no me dejan indiferente, me gustan porque me hacen tener que preguntarme si me gustan, y supongo que en definitiva me gustan porque son diferentes.
También me gustan por cosas más convencionales, como por ejemplo (y voy a repetir en tercera postcrítica consecutiva el mismo asunto, y es que las tres últimas andaban bien de esto) su poderosa carga visual.
El principal valor de esta película, el que se subraya al final, y sobre el que me preocupaba en la precrítica es su ambigüedad entre realidad y sueño. Lo bonito es que no se trata de una excusa para escribir un sin sentido. El argumento, aunque raro, tiene sentido por si mismo y no hay necesidad de recurrir a la ventaja de los sueños. Pero además, y en segundo plano como a mí me gusta, estamos viendo un sueño. Y rodado de una manera más brillante de lo que había visto nunca.
Veamos ejemplos. Los varios momentos en que él coloca la bola atada al árbol y ella se pone delante. No puede ser más subconsciente. Especialmente la vez en que la bola termina escapando y matando.
Las escenas en las que se esconde en los 180º restantes. (Por cierto, poniéndonos estrictos, la visión humana es de 120º). Como por ejemplo en el beso hacia el final. El álbum de fotos sumergido en el agua. Es pura intensidad. Todas las escenas de la cárcel. Las agresiones con el hierro 3.
Y así un sinfín de momentos, imágenes y sensaciones dispuestas para ser simplemente sentidas. Y más sentidas con esa fabulosa canción que el protagonista se empeña en poner una y otra vez.
El guión además es original, primero porque parte de varias premisas muy originales y segundo porque se comporta... diferente. Intentaré explicarme. Suele haber un tipo de películas que son más bien simbólicas, digamos de cuento, donde pasan cosas como en esta película. Dos jóvenes entran en casas ajenas para vivir una noche. Pero normalmente en estas películas no se suelen desarrollar los hechos de una manera digamos consecuente, y es normal, pues el planteamiento no es muy normal. Pero aquí sí (y esto ocurría también en “Samaritan Girl”). Son detenidos y todo eso. Es como un golpe de realidad dentro de un mundo de sueño. Es difícil de explicar. Viene a ser una mezcla de planteamientos simbólicos o incluso oníricos, con un desarrollo realista y consecuente. Creo que la mezcla cada vez me gusta más. Gratificante.