Como siempre, el festival de San Sebastián apuesta por el cine iraní. La directora Samira Makhmalbaf presenta en sección oficial a concurso esta película escrita por su padre, Mohsen Makhmalbaf, un cineasta y poeta importante en su país.
La directora, al igual que Sofia Coppola, se ha ganado por derecho propio dejar de ser la "hija de". Por sus anteriores películas ha ganado premios en Cannes, Venecia, Locarno y otros festivales más pequeños. Títulos como La Manzana, La pizarra o A las 5 de la tarde la han deparado un prestigio suficiente como para que esta participación a concurso sea algo más que cubrir un cupo burocrático con el cine de Oriente medio.
Algo pasa con el cine de Irán. Algo tiene que consigue abrirse siempre un hueco en el palmarés de la mayoría de los festivales de cine. Quizá su inocente ingenuidad en cuanto a temática (muchas veces relacionadas con niños, animales, objetivos sencillos, cuestiones muy básicas). Quizá su gusto por la metáfora, por el lenguaje visual. Quizá la habitual carga sociopolítica de sus propuestas. Lo que está claro es que para el espectador occidental menos voluntarioso, la simplicidad de sus tramas, y la excesiva ingenuidad de los planteamientos, así como un ritmo habitualmente pausado pueden resultar agotadores. Por supuesto, hablo con una generalidad que nunca se adapta a la realidad y menos a la de un país entero, por pequeña que sea su producción, pero en este caso creo que el ejemplo se adapta a la perfección a todo lo dicho.
Sin embargo, creo que esta película puede contener suficiente talento como para dar una nueva oportunidad a esta denominación/género "cine iraní". Preveo una calidad que evitará que la película caiga en la fotocopia fácil. La mirada de un niño será realmente una mirada ingenua que no conllevará necesariamente un trasfondo igual de ingenuo como ocurre a veces por la torpeza de un guionista.
La propia directora, decide ambientar la película fuera de su país, como ya hiciera con A las 5 de la tarde, por considerar que su mirada no puede reducirse tan solo a la realidad de su propia tierra. Esta amplitud de miras creo que puede ser una muy buena señal para considerar este proyecto menos hermético.
Intentemos abrir la mente para un trabajo, en principio, también abierto. Una oportunidad casi ciega que puede verse bien recompensada. Allá voy con todo mi optimismo.