Se han hecho mil películas con el mismo argumento. Adolescentes difíciles, a veces hasta peligrosos, perdidos especialmente por la dejadez de los adultos. Pero en el momento adecuado llega el gran educador, que puede ser de puños de hierro a lo Tom Berenger o tener la imagen sexy de Michelle Pfeiffer, o incluso bailar como Antonio Banderas en la reciente Déjate llevar. Da igual, el argumento, a veces más hacia la derecha otras más hacia la izquierda, siempre el mismo. Y es que funciona. Funciona porque nos gusta pensar que hay solución, que la voluntad y el trabajo con los chavales sirve de algo y siempre queda bien la entrada con el rechazo inicial habitual y la aceptación que va llegando poco a poco, algún alumno se resistirá un poco más pero valdrá la pena.
Bien, que nadie se piense que voy contando argumentos porque como bien saben los lectores habituales, aun no he visto la película. Puede que me sorprenda y tire por otro lado, que se acerque más hacia otro tipo de pedagogía más propia de El club de los poetas muertos o Descubriendo a Forrester y es que la lectura y la libertad serán importantes en esta película. Lo que está claro es que no me apetece volver a ver lo mismo de siempre.
Y es una pena porque me huele a producto de calidad. En el cartel bien grande se señala a la ganadora de dos oscars, Hillary Swank, como protagonista absoluta. Está claro que es una buena actriz, aunque no siempre nos deleita con interpretaciones de Oscar (perdón, mejor diré excelentes interpretaciones, que eso sí que significa algo) como la de Million Dollar Baby. A veces hay que aguantarla en bodrios como La cosecha o verla en actuaciones inferiores, posiblemente a causa de una desafortunada elección de casting como en La Dalia Negra. En cualquier caso es un punto positivo.
A su lado en la carátula podemos ver a Patrick Dempsey, ¿quién? Pues nada menos que el Dr. Shepherd en la descafeinada teleserie Anatomía de Grey. Más destacable es la participación de otra gran actriz, la británica Imelda Stauton a quien muchos recordarán por su emotiva interpretación en El secreto de Vera Drake. No vamos mal.
El autor, sí, director y guionista, es Richard LaGravenese. Hace poco le hemos visto haciendo sus pinitos de director en uno de los segmentos de Paris, je t’aime, ese en el que aparecían Fanny Ardant y Bob Hoskins. No tiene mucha más experiencia en la dirección, nada muy reseñable, sin embargo como guionista ha firmado unos cuantos guiones importantes de la última década: El rey pescador, Los puentes de Madison, El hombre que susurraba a los caballos... Gusten más o menos, son guiones sólidos y bien construidos, serenos.
En definitiva, lo que parece un trabajo de calidad no me interesa demasiado porque parte de una idea trillada hasta el infinito que no da para muchas sorpresas con un guionista tan sobrio como LaGravenese. Seguramente se trata de un intento de consolidación como director con un material fácil de vender, producido por viejos conocidos y que seguramente tendrá unos resultados moderadamente exitosos. Todos aportarán su calidad a un proyecto que no dará para mucho. Lo siento no me interesa. Para quien no esté cansado de ver la misma historia o para verla en televisión dentro de unos años, entre pausa y pausa publicitaria, eso sí, quedándose siempre hasta el final.