Extraterrestre tiene la alegría de un director novel que pretende ofrecer todo pero con la veteranía templada de no hacerlo. Sin trozos baldíos o sin contenido, con la curiosidad necesaria de la tan agradable expectativa que tan bien trabaja el señor Vigalondo, pero además con chispa aleccionadora.
Amigo de pocas rimbombancias y conocedor de que es mejor insinuar que enseñar, es fácil meterse en un film con el que no tienes que colocarte a su favor, ni siquiera hacer un pequeño esfuerzo, simplemente te lleva mansamente hacia el terreno de la credulidad, desde lo concreto a la general y mezclándolo todo de nuevo.
La historia de amor, tan abandonada en la isla desierta de extraterrestres estatua que aún lo es más intensa, es una reflexión filosófica menor, psicológica mayor, de un ser humano que siempre presenta con debilidades que le obligan a superarse, a insistir, a llegar más lejos hasta que se rinde sólo ante sí mismo.
La elección del cuadro actoral es bueno, ella ofrece poco, candidez y asombro, no hace falta más que las dotes de Jenner, él, un mago del magnetismo en pantalla, haga lo que haga, pasen y vean Bajo las estrellas, Villagrán es perfecto para ese engendro que acaba por pasar al otro lado, el iluminado por la verdad de lo patético, de lo bondadoso.
Graciosa, misteriosa, hábil, entretenida y correctamente inteligente, la película es cierto que queda pobre en su final, un final privado de corte de acción, de giro brutal, de juego con truco, a lo que podemos estar más acostumbrados. La película es lo que es desde el principio, promete lo que cumple, nuestra imaginación nos traiciona y al final nos sentimos algo vacíos…pero ella está bien…somos nosotros los que comprobamos que sobramos pero no nos queremos ir…