Hoy por hoy, la presencia de Diane Keaton es un signo inequívoco de baja calidad. Después de aparecer en algunas de las mejores películas de la historia, como El Padrino o Manhattan, esta actriz llega hasta nuestros días arrastrando como puede su figura de señora moderna que debe de tener mucho tirón entre las amas de casa de América. Así, la vemos en todo tipo de películas vacías, tontunas y repetitivas en las que una y otra vez, interpreta el mismo papel. No se puede culpar a nadie, a lo sumo a los espectadores, pues mientras este cine barato y facilón siga haciendo taquilla, lo seguiremos sufriendo.
En cierto modo, la Keaton es para la comedia romántica lo que Steve Martin para el humor grueso: un intérprete acabado que vive de su potencia en taquilla.
Si invierto la mayor parte de mi precrítica en hablar de esta actriz es porque así lo pide la película, donde apenas nada más destaca. El director, Vince Di Meglio es un tipo que tiene claro que su sitio está en el cine, aunque parece que no le importa demasiado exactamente donde. Principalmente efectos especiales, pero lo mismo te hace de productor que te compone una banda sonora. Lo que sea, y posiblemente nada demasiado bien. Aquí estará a las órdenes de la actriz, claro está.
En el reparto tenemos también a Liv Tyler, una actriz que no termina de cuajar más que en algunos pequeños papeles, sin demasiado peso. Posiblemente ya será para siempre Arwen.
La traducen en nuestro país como La madre de él, para ver si así se puede pescar algo de los espectadores de Los padres de ella. Hacen bien, esta vez no hay nada que vender.