Comenta mi compañero William Munny en su precrítica que esta película puede ser una Pequeña Miss Sunshine con glamour, y lo cierto es que, desafortunadamente para mí, todo apunta a ello.
Estamos ante la enésima visión en clave de comedia ácida de una familia desestructurada en la que cada uno de sus componentes es más insanamente raro.
Un tapiz hilado con hebras que no pegan entre sí en la cercanía y que tiene su gracia cuando lo ves desde lejos. Lo que pasa es que a uno ya la miopía le puede y necesita más que nunca acercarse y está empezando a cansarse de ver el burdo mecanismo que recorre esos hilos.
Hasta aquí todo mi prejuicio, y a partir de aquí, en lo que confío.
Y empiezo para ello con Ryan Murphy, cuya serie Nip/Tuck me ha dejado docenas de veces patidifuso. Espero que tras pasar por el aro de la Industria no haya perdido ni un ápice de su punch narrativo.
Arropando y esperando los punch de Murphy nos encontramos con un plantel de esos que tienen pinta de funcionar de maravilla juntos: Anette Bening (American Beauty, Conociendo a Julia u Open Range), Gwyneth Paltrow (La verdad oculta o Infamous), Brian Cox (Match Point, Zodiac, Troya), Joseph Fiennes (Lutero o El mercader de Venecia), Evan Rachel Wood (King of California) o Alec Baldwin (El aviador, Infiltrados o El buen pastor).
Me espero una película a ratos entrenida, con golpes geniales, y con un conjunto final irregular. Un podía haber sido más.