Mucho se hablaba y muy bien sobre el último trabajo de Johnnie To. Mucha referencia a
Melville, expresada por el propio director, y en concreto a El silencio de un hombre. Incluso
confiesa que el primer actor que tenía en mente era el propio Alain Delon. Lo cierto es
que no me extraña demasiado que rechazara el papel. Al final, termina siendo
lo de siempre. Más allá del aspecto visual del personaje, perfecta encarnación
de gangster francés de entonces, cualquier otra referencia a aquel cine negro
estilizado e intenso queda aplastada por los cientos de tiros de otra película
más de Hong Kong.
Hay que decir que una de las buenas, claro. To es uno de los
mejores directores del género, si no el mejor, pero al final se destaca, además
de por su grandísima calidad técnica, por ser simplemente un poco más sensato que el resto.
Puede idear esa ridícula batalla en campo abierto, arrastrando esos
conglomerados, sí, pero tiene la sensatez de no proclamar vencedores a sus
personajes en tal situación, como harían otros.
Pero después de los tiros no queda nada. No hay aportación
dramática más que quizá algo al comienzo, sus personajes apenas sufren (ya sea
por la tragedia o por la angustia de situaciones límite) y por esa razón a uno
le queda la sensación de que está viendo una elaborada competición de
Paintball, donde cada jugador, al terminar, se quitará la pintura y se volverá para
su casa. Le falta demasiada alma a toda esa ensalada de tiros, los personajes son de cartón, o mejor dicho, de piedra, como la cara de Johnnie Hallyday. Además, muchas
veces, se plantean las situaciones como juegos (encontrar al villano, por las
pegatinas, por la chaqueta, etc). Se plantean ideas, a veces muy originales, pero sólo
para replantear el tiroteo vacío de siempre. Por supuesto, hay que hacer un ejercicio de fe con la mayoría de esas ideas originales, pues suelen ser disparates, pero eso es asumible sabiendo el tipo de cine que es, me parece lícito.
Se atisban las intenciones de darle un toque personal,
estilizado, con clase, diferente, pero finalmente, el director no es capaz de escapar de
su oficio. Una lástima, podríamos haber visto un gran híbrido entre ambos
conceptos de cine, con más soledad nocturna y menos piruetas. En todo caso, un
buen ejemplo dentro de su género: ensalada de tiros a la hongkonesa. Lástima que sea un género tan anclado.