Es curioso que esta semana coinciden en la cartelera dos estrenos de esos pequeños, minúsculos, pertenecientes al cine patrio y que yo creo que tienen muchos puntos en común. Estoy hablando de esta película y de Bolboreta, mariposa, papallona.
Estamos hablando de expresiones que buscan el fondo sentimental, del arte de lo pequeño, de lo cotidiano, de una mezcla entre el documental y el cine dirigido sólo a acabar llegando al poso, al espectador paciente, no tanto al que sabe apreciar, sino al que disfrute con el mero deleite contemplativo.
Se trata de la última aventura audiovisual de Antoni Verdaguer, un interesante autor del que se podrían destacar Habanera 1820, La telaraña o Pareja de Tres.
Sin duda, una película que invita al desarrollo de la personalidad cultureta, a darle brillo a las gafapasta y, sobre todo, a conocer un barrio que al que le guste disfrutará y al que como a mí, ni este rollo, ni el barrio, ni este ritmo me atraen mucho, pues mucha y variada es la cartelera como para buscar otros pastizales para las neuronas.
Sinceramente, no concibo un cine cultureta de pocas pretensiones. No es mi película.