Está claro que ésta película no está hecha para disfrutar del Ben Stiller irreverente que se ríe de si mismo y de la industria. En éste caso se trata de Ben Stiller haciendo una de esas películas de la industria que luego él mismo parodia. Para aquellos que vieron la primera parte no hay duda: si les gustó, ésta también les gustará. Como en toda tradicional secuela hollywoodiense, la segunda parte será una versión de la primera quitando la paja y pisando el acelerador a fondo en todo aquello que funcionó. En éste caso, la clave son los efectos especiales. Y es que estamos ante una idea que encantará a la chavalería: momias que cobran vida, mezcla de personajes históricos (segunda guerra mundial, Napoleón,...) y un ritmo trepidante que mantendrá al pequespectador con los ojos pegados a la pantalla.
Al final de la película no habremos aprendido nada. No habremos educado a nuestros hijos ni nos sentiremos más inteligentes. Pero en tiempos en los que podemos exponer a nuestros hijos a cosas tan dañinas para el cerebro como Hanna Montana, no creo que sea especialmente malo que disfruten con la fantasía básica de Stiller.
Entretenimiento: ni más ni menos.