No es la primera vez que un director asiático, de marcado carácter, llega a los USA y se diluye como azucarillo en café jodidamente caliente. Pero no creo que éste vaya a ser el caso.
Bien, tampoco creo que vayamos a estar ante el mejor trabajo de Park Chan-wook. Al fin y al cabo está con un par de estrellas y pagado por dinero usamericano, hay que respetar ciertas normas. Y tiene pinta de haber tenido que lidiar con las claves del thriller familiar: Algo huele a podrido en casa, mamá.
Pero, a su vez, esas dos estrellas son una reciente, emergente, Mia Wasikowska (todavía sin voz de mando), y otra de capa caída (Nicole Kidman) que a buen seguro estará deseosa de probar cosas nuevas, distintas, con las que poder asomar el bótox del fango artístico en que se viene hundiendo. Tampoco hay tanta barrera, tanto problema, tanto límite en este aspecto.
Finalmente, al fin y al cabo quien contrata sabe a quien trae: Y es Park Chan-Wook, el tío de Old boy, tan capaz de firmar la trilogía de la Venganza como de dirigir esa delicia demencial titulada I'm a cyborg but that's OK. Una voz muy muy particular, la suya. Así que no me creo que haya renunciado a ella.
Simplemente, habrá tenido que pelear por que esa voz siga oyéndose por encima del material (ajeno) con el que le ha tocado lidiar en su aterrizaje en los EEUU. ¿Habrá tenido que desgañitarse, para ello? Lo descubriremos.