Mis nociones sobre el famoso juego del poker son escasas. He de reconocer que nulas, no vamos a engañarnos. Y no nos vamos a engañar porque ya bastante lo han hecho el seudomatrimonio protagonista de la película Silver tongues. El director escocés Simon Arthur ha jugado una partida de cartas brillante. Ha jugado con la perturbación absoluta sin ningún tipo de límites ni tapujo alguno. Se ha estrenado con una cinta llena de juegos, brotes, mentiras, límites, esquizofrenia, naturalidad, comedia y tragedia. Un menú con primero, segundo, postre y digestión amable.
Si ya en mi precrítica amenazaba con un Funny games, desde luego que salvando las diferencias ha estado muy a la altura de aquella y lo "noir" ha sido muy "noir". Parece ser el año del crimen, el suspense, el thriller y lo negro en el Festival de San Sebastián. "Tiempos de crisis, buenas películas" sería el lema. Silver tongues ha repartido las cuatro cartas más importantes: la del amor, la religión, la familia y el asesinato. Un desorden sicológico tan ordenado como real, tan transparente que incluso uno puede hasta aplaudir y reirse del humor más enfermo como inteligente. Con trampa y con cartón, con mentiras o con verdades, calentando al límite al espectador, provocándonos con continuos examenes de moral, qué cartas Arthur, pero qué cartas. Ganador.
Silver tongues es y tiene que ser una película reconocida y su director tiene que salir de este festival con la sensación de haber triunfado, sabiendo que no ha sido un simple voceto de su cortometraje, que no se ha dedicado a matar el tiempo, su reforma ha sido productiva, una muy buena jugada, dominando el centro del campo y tocando la pelota, eso es. Me llevo un recuerdo muy positivo de esta proyección de Zabaltegi-Nuevos directores, la sensación de haber encontrado en lo negro y en lo gris una gama de colores que ha brillado con una identidad aplastante.