No tengo intención ni interés en aplaudir la excelencia técnica de la película en todas sus facetas: la dirección artística, la fotografía de Rodrigo Prieto, la música de Alexandre Desplat o el montaje de Tim Squyres.
Me parece mucho más interesante invertir los esfuerzos que la gripe me permite para escribir más allá de donde mis compañeros Sherlock y Obi Wan han escrito con anterioridad a mí.
Mi quinta estrella va por el riesgo de Ang Lee de jugársela en una historia de apariencia tan fría y con todos sus personajes principales habitando en la faz oscura del espectador.
Ni por supuesto el Sr. Yee, ni el idealista Kuang Yu Min, ni la fría Wong Chia Chi pueden gozar jamás del favor del público, un elemento que se me antoja crucial cuando uno quiere realizar, como en este caso ha hecho Ang Lee, una película sobre el Deseo, así con mayúsculas.
La manera en que actúan los personajes, la misma trama, la propia excelencia técnica del film invita a encontrarse con una película bonita pero fría, fallida de primeras, que incluso puede llevar a no encontrar esa pasión que prelude el título. Considero que nada más alejado de la realidad.
El problema de este film es que el Deseo que muestra es un Deseo sucio, oscuro, enfermizo, tal y como lo describe la propia Wong Chia Chi de viva voz al jefe de su célula insurgente. Impacta su manera de retratar sus encuentros sexuales con meras palabras, como si fuese Ang Lee el que estuviese diciéndonos el por qué de esas escenas de sexo, tres auténticos escenones que han de pasar a la Historia del Cine, así con mayúsculas.
Creo que raspar la quinta estrella de esta película supone no sólo detectar una pasión diferente, sino hacer el esfuerzo de adentrarse en ella.
De igual manera que impacta ese ahogado "vete" en la joyería, o de igual manera que impactan esas diez campanadas sobre la conciencia del Sr. Yee en la escena final del film que recuerda a Brokeback Mountain.
Me descubro de nuevo ante un más que talentoso director que es capaz de generar tensión desde una primera escena de ritmo endiabladamente ágil en una partida de cartas, y que camufla una historia tan enferma y enfermiza bajo la apariencia de una correcta obra clásica de espías.
Mención especial se merece la escena del asesinato de Tsao, desde Hitchcock en Cortina rasgada no se nos había mostrado lo difícil que es matar a una persona, la escena en la que Wong Chia Chi sale de la joyería y la música de Desplat se adueña de todo en su paseo por el taxi; la elegante manera en que la cámara no capta el disparo en la sien; o las escenas de adiestramiento sexual de una Tang Wei que en su primer papel está de sobresaliente, superando con creces a un Tony Leung al que no sólo le quedaban grande los trajes.
Un cinco raspado, si se quiere, en todas sus acepciones, pero que no viene más que a rendir humilde tributo a uno de los mejores films del año.
Por su valentía, por su maestría, por su inteligencia y por su enfermiza concepción del verbo "vivir".