Crítica de la película Deseo, peligro por Iñaki Ortiz

Ang Lee demuestra una vez más con esta película lo elegante, sutil y eficaz que puede llegar a ser contando historias de pasión. Es, ante todo, un director inteligente que dentro de la moderación de su estilo demuestra una gran habilidad, imaginación y talento. Rueda al joven impulsivo con planos bruscos y rápidos al principio de la película, mientras que muestra una calma respetuosa y un misterio casi reverencial al enfocar a Tony Leung. Todo esto sin derroches de genio en ningún momento.

Es una película de corte clásico, está claro, con un argumento de lo más convencional y unos tiempos medidos con regla antigua. Sin embargo, posee una fuerza moderna que la hace especial, ya no sólo por las bien ejecutadas escenas de sexo sin complejos, sino por sus intereses, que se alejan de la trama de espías para centrarse en una pasión diferente, compleja, lejos de las viejas historias de amor sencillo en tiempos de guerra.

Esta complejidad no podría funcionar sin dos grandes intérpretes al frente. Leung hace un gran trabajo en su faceta de tipo duro, tan cómoda para este Bogart oriental. Sin embargo, el mayor peso interpretativo lo debe soportar ella, Wei Tang, en un sorprendente primer trabajo. Está excepcional, representado fuertes sentimientos contenidos, expresando ambigüedad, falsa seguridad y toda una serie de matices que maneja con habilidad. En general no hay nadie en el reparto que no funcione.

Una duración que se acepta sin rechistar, con una sólida narración adornada de momentos llamativos como cuando la protagonista “se entrena” en esto del sexo. La dureza y la intensidad de todo el film te mantienen atento a su ritmo pausado.

Como he dicho antes, la película parte de una materia prima clásica, y curiosamente parece jugar al homenaje a un cine de antes, con ciertos planos de detalle y formas que se funden a la perfección con la ambientación de entonces. Ayuda la excelente fotografía elegante y sobria de Rodrigo Prieto.

Un muy buen trabajo, en el que me falta, si acaso, un poco más de chispa para iluminar mi personal quinta estrella.