Lone Scherfig se ha venido haciendo con un nombre en la industria, en estos años. Fue la responsable máxima de Italiano para principiantes, como directora no-acreditada (cosas del movimiento Dogma), y después de títulos más discretos como Wilbur se quiere suicidar. Reapareció con An education, que la puso de nuevo en el disparadero. Gustó mucho a Sherlock, disgustó a Hypnos (o le aburrió, mejor dicho), pero en cualquier caso la puso de nuevo en primera línea de salida.
Su siguiente trabajo se esperaba con ganas, y además se supo pronto que iba a contar con Anne Hathaway como protagonista, una actriz también en boca de todos, dado su fichaje por el tercer Batman de Christopher Nolan. Máxima expectación, vaya.
Para ello, Scherfig parte de una novela de David Nicholls, que se ha encargado de guionizar la película (tiene experiencia como guionista en TV: Sin ir más lejos, fue el responsable de la adaptación a la pantalla pequeña de Tess de los D'Uberville). Aquí nos ofrece una historia de pareja a lo largo de sucesivos años. No es del todo una fórmula nueva, lo sabemos, por mucho que se le dé la vuelta o se presente de diferente manera.
El primer dato importante es que una película que muchos esperaban, y con muchas ganas, se ha olvidado ya allá donde se ha visto. Y donde aun no ha llegado -es nuestro caso-, el globo se ha desinflado antes de llegar. Algo sucede cuando un film muy esperado, de repente, deja de ser tema de conversación. Está claro: No es un fracaso, pero tampoco responde a las expectativas.
Sigue siendo, seguramente, una elección fácil para quien quiere asistir a una historia romántica y sencilla, un cuento de amor y desamor a lo largo del tiempo, una cinta agradable de ver y bien rodada. Pero para quien busca Cine, con mayúsculas, parece que Lone Scherfig esta vez ha patinado. Lástima.