El perfume, por su pasado de éxito literario, es esa clase de estrenos que muchos esperan con ansiedad y comentan sin descanso desde mucho antes de su estreno. Sin embargo, me he mantenido muy al margen de ese revuelo e incluso he reconocido en varias ocasiones que mi interés hacia la película era prácticamente nulo. Pero, no sé por qué, ha llegado el momento del estreno, la película ya está en cartelera y, repentinamente, siento un leve interés por conocer qué es este perfume, que tiene detrás, porque hablan tanto de ella e incluso, por qué Stanley Kubrick llegó a estar interesado en ser el primero en darle forma cinematográfica.
Me agrada que nombres de los grandes, como el de Dustin Hoffman, que últimamente no es que trabaje demasiado, hayan querido dar su apoyo al proyecto. Aunque también podría ser que simplemente hayan querido subirse al carro de un éxito seguro de taquilla. Al final, uno ya no sabe de qué fiarse, ni de quién.
Así que me atengo al responsable del resultado final: Tom Tykwer. Le encuentro al frente de Corre Lola corre. Pero sobre todo, atención, es un artista del Renacimiento, un chico para todo, uno de esos que decide dónde poner la cámara, cómo moverla, que no quita ojo de sus técnicos de edición y que, el colmo, amplia su faceta creadora componiendo las bandas sonoras de sus películas. Lo dicho, ¡un hombre del Renacimiento!
Eso me gusta. Un artista que se implica en sus proyectos en todas sus facetas, hasta el último segundo del último día. Muy bien. Pero intuyo que El perfume es un proyecto de los complicados, de esos que obligan a dejar satisfecho a quien viene de recorrer el camino de la novela, y a su vez impactar y emocionar a quien viene sin saber (como yo) de qué va el asunto.
Después de varios trabajos, digamos, de menor exigencia final, Tykwer se la juega aquí. Es su futuro en la industria.