Se aferra a la cartelera con uñas y dientes, cuando parece que está a punto de desaparecer continúa ahí, imagino que porque, a pesar de no haber recibido demasiada atención por parte de los medios, la película está gustando. Quien sabe, quizá sólo sea la inercia. El caso es que han sido ya varias las ocasiones que he desperdiciado y de hoy no pasa.
La última película de un director sobrio, elegante, con un puntito original, bastante desconocido para el gran público, hablo de Gregory Hoblit. La mejor forma de hacernos una idea de quien es, como siempre, será bucear en su filmografía. La guerra de Hart o Frequency son títulos que no me enamoran precisamente. Sin embargo, Fallen me parece una pequeña joyita, nada excelente pero muy interesante. Otro ejemplo nada desdeñable es Las dos caras de la verdad. Siempre películas por las que uno no levanta la voz, pero que quedan ahí en el recuerdo y que nunca son incómodas de revisar. Quizá el patrón de cine humilde, poco pretencioso, pero bien cuidado y de calidad pueda verse bien reflejado en sus inicios con la mítica serie de televisión Canción triste de Hill Street, de la que también era guionista. Este patrón creo que encajará perfectamente en el caso de Fracture. Hablo de un patrón relacionado con la calidad, no con el género.
Pero no voy a ver la película por su director, Gregory Hoblit.
Desde luego, tampoco serán los guionistas lo que consigan que compre una entrada para la película. No. Sus trabajos anteriores no son demasiado memorables.
Para encontrar mi razón personal hay que fijarse en el reparto. Anthony Hopkins me parece uno de los mejores actores de su tiempo, y no precisamente porque actúe bien. De hecho, casi siempre es artificial, con una extraña mezcla contrastada entre acartonado e histriónico. Sin embargo tiene una magia y un carisma que consiguen que mi atención se mantenga fija en sus gestos y movimientos. Mucha gente sabe ser natural, pero yo prefiero esto. Me encantó en Burt Munro: un sueño una leyenda (otro fracaso de los traductores de títulos). Cuando tiene un papel pequeño se deja llevar por el mecanicismo, como era el caso de Bobby, afortunadamente aquí tendrá una importanacia mucho mayor. Donde se crece Hopkins no es en los protagonistas sino precisamente ahí, en los personajes secundarios pero cruciales.
Pero no es Hopkins quien me lleva a ver esta película, aunque admito que ayuda.
Tampoco es otro gran actor, David Strathairn, al que hemos visto dominando un papelón como el de Buenas noches y buena suerte, pero al que también vemos en películas inaceptables como The sensation of sight, lo peor del cine independiente. No, no es por él tampoco.
Ya lo ha adivinado todo lector que haya aguantado mi rollo hasta aquí, seguro. Se trata de uno de los jóvenes más prometedores de su generación, Ryan Gosling. Empezó muy joven, en televisión, pero su trayectoria en cine está siendo de lo más interesante. No sólo porque sus capacidades interpretativas sean excelentes, también porque está haciendo unas elecciones de lo más interesantes. Nuestros lectores ya sabrán que al final Gosling no estará en The lovely bones. Se lució con El creyente, y se lució aún más con Half Nelson, por la que fue nominado al Oscar. Hace no mucho le vimos en la interesante Tránsito. Quiero seguir a este actor que promete tanto y que elige bien sus papeles, esta es la mayor razón para acercarme a esta película.
No te voy a pedir, estimado lector, que no te pierdas esta película. No pasará nada si la ves en televisión. Pero algo me dice que si te decides por acercarte a verla no acabarás defraudado.