Crítica de la película Salir pitando por Obi-Wan

Con lo que esperaba reírme con esta película, he tenido que esperar cuarenta minutos para perder toda esperanza de aprobarla. Y es que no se acaba de apuntillar las situaciones cómicas, con lo mucho que se podrían haber exprimido. Álvaro Fernández Armero, vuelve a incidir en sus anteriores fallos, de realizar una cinta a medio gas, dejándote con las ganas de más.

Sobre una ruptura matrimonial gira toda la trama, apoyándose en los principales personajes encarnados por Guillermo Toledo y Javier Gutiérrez, un árbitro venido a menos y su fiel amigo y linier respectivamente, que acaban por cansar en sus innumerables diálogos y discusiones. Toledo, de un envejecido que asusta y adquiriendo el papel de hombre poca cosa, necesita de todas sus muecas que tan bien le funcionaron el Los dos lados de la cama para conseguir arrancarnos alguna sonrisa.

No quisiera mentir, y decir que la peli es una mierda, porque tampoco es eso. Pero se conforma con poco, con chistes y situaciones ligeramente elaboradas, pero muy vistas ya. Lo mejor, aunque suene a todo lo contrario que acabo de decir, es el otro linier que interviene en el partido que cierra la película, con sus comentarios obsoletos y gracietas malas, pero que por lo menos rompen la rutina de la interminable road-movie que parecen vivir Toledo y Gutiérrez.

Lo que ya no tiene nombre es cómo la Sony ha metido todas las veces que le ha sido posible sus productos. La Psp, la PS3, incluidos en sus diálogos, imágenes y decorados. Y Manolo Lama ha conseguido sus minutitos de gloria también, intercalado curiosamente por propaganda del Marca.

Un final un tanto desinchado y feliz, me ha acabado de hundir, teniéndome que tragar la moraleja de la vida sigue adelante. Quizá el fallo haya sido mío, creyendo que iba a ver una comedia de enredos múltiples en vez de una comedia romántica. Pero con el cabreo que he salido de la sala, no me queda otra que castigarla.