Las películas del estilo de Tabú con consiguen demasiado hueco en las carteleras a no ser que una gran multinacional de la distribución y marketing decida lanzarla en un momento adecuado o propicio. La estructura de su modelo, dos partes semimudas, porque una lo es y la otra no, su historia sobre la vida, la vejez, lo que nos marca para siempre, y el tono artístico de su composición gusta al público que lo ve, pero no a todo el mundo le llegará para poder ver.
¿Qué esconde Tabú? Podríamos comentar de manera irónica. Miguel Gomes (Aquele querido més de agosto) nos podría responder a esto. El director portugués, ganador en el Festival de Berlín de dos premios importantes (Premio Alfred Bauer a la innovación artística y el Premio Fipresci, que termina su tercera película con este título, ha coqueteado con el cine antiguo haciéndonos llegar un cocktail moderno de comunicación y cinematografía.
Lo que vamos a encontrarnos es una pequeña joya, que será grande si le damos difusión, que se contoneará entre el cine clásico y la manufactura de la imaginería moderna, el talento aunado con el contar de las historia de siempre y con gusto. Los personajes, los actores, entremezclados en un ejercicio de amor por el cine y sus posibilidades. Este drama que aunará a los amantes del cine e irá más allá de su género, se universalizará y llamará la atención de todos lo que toca con su poder.
Y además de escuchar aquello de la película que estábamos esperando podremos probablemente decir aquello de tan difícil de explicar que tienes que verla, merece la pena.