Noah Baumbach demuestra con su segunda película, una mayor madurez que, en contrapartida pierde parte de la chispa y la sinceridad de su primer trabajo. Se trata de una obra para degustar con detenimiento que seguramente mejorará en futuros visionados. Una apuesta considerablemente difícil no apta para cualquier espectador. Se echa de menos, quizá, el sentido del humor que sazonaba su anterior película; aquí la carga de comedia es mucho menor y mucho más sutil.
Continuamos con unos personajes de corte pretendidamente intelectual y con exasperantes complejidades mentales. Estrafalarios, difíciles, está claro que para darles de comer aparte. En este sentido, podría decirse que no se trata de una película precisamente cotidiana o realista, pero lo cierto es que se reconoce en la mirada del director una importante carga personal, vivencias propias, una percepción de la familia bastante cercana. Al igual que Margot, es posible que Baumbach recurra a personas cercanas, y es más que probable que este estilo de vida pintoresco coincida mucho con su realidad.
La inspiración en Pauline en la playa está muy patente en composición del guión, en cuanto a unidad de lugar y de tiempo, en su reducido número de personajes, en el tratamiento de una historia puramente psicológica sin apenas agentes externos y también la podemos percibir en el tipo de paisaje y ambientación. Incluso la dirección tiene parta de ella. Naturalmente la trama es distinta, y el tono del guión mucho más moderno, menos limpio, menos simétrico. También la dirección es más sucia, en muchos momentos sin apreciar siquiera los rostros de algunos personajes.
La película camina continuamente entre la mentira y la duda, creando unos personajes ambiguos. Jamás sabremos cuanto hay de verdad en el autismo de Bruce, por poner un ejemplo. Cada nuevo visionado puede servir para acercarse aún más a la personalidad de cada personaje, pero nunca habrá una respuesta tajante. Todo ello coronado por un final cortante, al estilo de su anterior trabajo.
Baumbach bebe de muchos estilos, en el propio cine francés, además de Rohmer, se podría hablar de Assayas, ya sea de forma personal o como representante de un nuevo estilo, hablo de películas como Finales de Agosto, principios de Septiembre. Se encuentra muy cerca del Woody Allen más serio de finales de los 70, y en general del cine independiente, más bien el europeo.
Toda esta mixtura genera una interesante y muy afinada película de personajes y relaciones complejas. Un film con la duración y el ritmo adecuados y con mucho que descubrir bajo unas reacciones milimétricas de unos intérpretes fabulosos. Es una pena que Nicole Kidman haya tenido que convertir su cara en una máscara artificial, realmente está echada a perder para este tipo de películas de "personas de verdad", sin embargo hay que admitirle su estupendo trabajo. Jack Black consigue otro nuevo triunfo y, por supuesto, se le deben a él los mejores momentos cómicos. Jennifer Jason Leigh también está excepcional.
Una buena película de personas, que define a Noah Baumbach como un autor verdaderamente independiente muy a tener en cuenta.