Alexander Payne nos ofrece aquí una película muy de su estilo: un viaje como pretexto que sirve para hablar de las relaciones personales, en este caso, padre e hijo. Un relato emotivo con elementos dramáticos pero con un tono general más cercano a la sonrisa agradable, como también es propio en él. Sin embargo, de forma mucho más presente que en sus anteriores trabajos, aquí hay un retrato social más general. Nos habla de la América profunda, de pueblos perdidos alejados de cualquier atractivo artístico o de ocio. Reivindica la importancia del alimento del alma para poder conseguir una sociedad sana. Es un tributo a aquellas personas que no han tenido a su alcance la posibilidad de tomar decisiones sobre su vida, que se han contentado con lo poco que la sociedad ha puesto a su disposición. Personas olvidadas en pueblos olvidados, que difícilmente consiguen sentirse importantes.
"La cerveza es el opio del pueblo", parece querer decir al contarnos esta historia de perdedores que no tienen más alegrías que la de ver el partido en la televisión mientras toman cerveza. El alcoholismo es una de las pocas vías de escape que les quedan. El protagonista ha vivido una guerra, ha terminado en una vida que no era precisamente la soñada. Payne plantea la película de modo que el hijo vaya entendiendo a su padre, y siendo más comprensivo con sus defectos; al mismo tiempo que busca el mismo resultado en el espectador, ante el personaje y ante tantas personas reales en circunstancias similares.
El reparto está impecable. Bruce Dern con una caracterización destartalada, con elementos de humor y de melancolía. Will Forte, en el papel de su hijo consigue un personaje lleno de matices y que se gana rápidamente el favor del público. Y June Squibb, esa esposa odiosa, irreverente para la que poco a poco, Payne va guardando también su mirada más comprensiva.
Algo que me suele gustar del cine de este director es como toma una historia de corte convencional y la cambia alterando los hitos, es decir, remarcando la importancia de los aspectos más inusuales y despreciando los puntos dramáticos al uso. Aquí lo hace también, el problema es que dentro de este tipo de historia no resulta tan original. La excusa del premio para volver al pueblo y hablar así de otras cosas es algo relativamente común. Otro aspecto que me resulta menos interesante es lo complaciente de su tributo -el puñetazo, el paseo en coche por la calle principal- que creo que hace que la película pierda algo de honestidad, en contraste con su severo blanco y negro.
En cualquier caso, una película emotiva, entretenida, bien interpretada y con un gran espacio a la reflexión acerca de una sociedad olvidada.