Juan Luis Galiardo es un gran actor, me gusta. Es el galán a la antigua usanza y ese tipo con cierto morro y mucha seguridad en sí mismo que casi siempre queda bien en un film español. Puede ser el marqués o el conde en una película de época, puede ser el padre del protagonista. Puede ser muchas cosas pero lo que siempre será es Juan Luis Galiardo. Con sus gestos, sus presencia, etc. Desde luego no es el paradigma de actor versátil.
Y por eso no creo que sea la persona más indicada para llevar a buen puerto el papel tan pintoresco que le ha tocado interpretar en esta película. Sin duda se trata de un rol jugoso para cualquier actor de su edad, ha hecho bien en aceptarlo. Pero, en pocas palabras, no creo que sea el indicado. Así que, me parece a mí que aquello que sin duda será el pilar absoluto de I Love Miami se va a venir abajo.
Y después, casi como arrastrado por un derrumbamiento general irán cayendo muchas más cosas, porque aquí, construcciones sólidas veo muy poquitas. Un director, Alejandro González Padilla, que seguramente ha conseguido llevar adelante la que es su ópera prima con el convencimiento de una idea original. Esto me recuerda un poco a la reciente Miguel y William, donde también veíamos a Galiardo. Está bien ser original en el planteamiento, pero esto no es un corto de quince minutos, es un largometraje y necesitamos algo más. No encuentro ningún apoyo sólido detrás de las cámaras.
Me espero una insufrible carga política y social que aparte de simplista y descentrada será cargante y prevalecerá sobre cualquier valor cinematográfico. Me espero una buena cantidad de relleno y mucho turismo social. En definitiva, me espero una película aburrida y pretenciosa pero sobre todo fallida. Para quien guste de este cine.