A esta película bien se le podría mirar de arriba hacia abajo o viceversa. A primera vista tenemos dos nombres propios, el de Pablo Trapero su director y el de un actor más que reconocido más allá de sus fronteras nacionales, estoy hablando de Ricardo Darín. Comenzaré pues con Pablo Trapero, comenzaré desde arriba aunque se mire por donde se mire brilla.
A poco que se consuma un poco de cine argentino el nombre de Pablo Trapero no nos es indiferente. Su cine es independiente aunque comercial light y lleva consigo el pedigrí de pasearse por festivales de talla mundial como Cannes recientemente. Y sin llegar a destripar ninguna de sus cintas, al lector le puede interesar saber que su línea de trabajo viaja bajo la capa de una dirección constructiva, con planteamientos morales varios muy interesantes y un color negro bien tratado y cuidado. Sin llegar a caer en la trampa del film denuncia y respetando la calidad de los films con un presupuesto más que aceptable con el abanico abierto al fichaje de estrellas y margen de movimiento cómodo de diseño de lo que luego será el producto final.
En ese sentido que Ricardo Darín y Martina Gusman vuelvan a aceptar trabajar bajo las órdenes de Trapero dice ya mucho y es una garantía a la cual me agarro sin dudarlo. Recordemos que en la reciente Carancho estos dos ya trabajaron bajo la batuta del director argentino. Un cine políticamente correcto sin dejar de afilarse el colmillo aunque el resultado artístico destacará sobre todo lo demás. Con un cartel inmejorable, currículum académico y olor a colonia.