Si Honoré, con su anterior película conseguía crear una atmósfera poética, un universo personal y en definitiva, una resultado interesante; en esta ocasión se ha estrellado en una gran nada. Esta vez no despunta por ninguno de los aspectos positivos de su anterior trabajo, ni por otros diferentes. Lo que tenemos es un producto de cine de relaciones francés que sigue el estándar, pero que no aporta ningún valor ni estético, ni dramático, ni de ningún otro tipo.
Para colmo, nos planta una historia en la que todos y cada uno de sus personajes son más bien insoportables, cargantes, por lo que es bastante difícil empatizar con alguno, que nos importe lo que pueda pasarle. La película se convierte así en una larga hora y tres cuartos de indiferencia o, peor, molestia. Si nos paramos a comentar el inserto folclórico de inimaginable duración, completamente superfluo, que tenemos que aguantar en un punto en el que la película ya se ha perdido, todo se viene abajo.
Buenas interpretaciones que no son ni mucho menos suficientes para levantar un guión plano. Creo haber visto Las horas del verano, pero sin talento. Lástima, confiaba algo en Honoré.