Nada nuevo bajo el sol, pues estamos
ante una película tipo. Tanto el contenido como la forma, las
conocemos de sobra. Su estética es la de un anuncio de educación
vial, con fuerte contraste y tonos poco saturados. En general
recuerda al estilo publicitario dominante en los spots nacionales que
buscan cierta calidad. Esa cámara a la deriva de forma calculada y
esos encuadres falsamente casuales. Un estilo válido, aunque
absolutamente reconocible que no aporta apenas nada que pueda darnos
una idea de la personalidad de Juana Macías.
Un argumento también muy trillado, el
de las vidas cruzadas, para colmo, usando el recurso del choque de
tráfico. Cada una de las historias, a nivel individual, tampoco
destacan por su premisa, lo hemos visto muchas veces. Con todo, tengo
que alabar ciertas elecciones en cuanto al comportamiento de los
personajes, que escapan a los habituales clichés. El hecho de que la
madre acuda primer a su hijo y le exponga la cuestión de modo tan
sincero, o la elipsis que nos evita sus explicaciones al marido.
Por otro lado, los diálogos y las
reacciones de los personajes no está suficientemente afinados dentro
del hiperrealismo que se espera de un cine de este tipo. El colmo en
el momento que la hija está a punto de matar a su padre, sin
credibilidad ninguna y acompañado de un clásico recurso del
fantasma de la conciencia completamente fuera de lugar. El desenlace
de los jóvenes es también excesivo.
En conclusión, una película ya vista
que no destaca especialmente por ninguna virtud, más que la de
cierta corrección y algo de mano.