Suele ser muy positivo para los grandes
cineastas intensos, un respiro de vez en cuando con una película
ligera. De lo contrario, corren el riesgo de atascarse en un más
difícil todavía. Pedro Almodóvar había alcanzado la esencia misma
de su cine dramático en esa obra difícil de tragar a la par que
exquisita que era La piel que habito. Se hacía necesario una
película pequeña, sin pretensiones, una simple comedia ligera como
la que ahora ha realizado.
Pero cuidado, que sea un paso bueno
para su carrera no quiere decir que la película en sí misma resulte
de interés. Que sea una comedia sin pretensiones es perfectamente
válido, pero me preocupa que en este avión funcione el piloto
automático. Si todo se va a reducir a chiste de pluma, por mucho
que Carlos Areces y Javier Cámara sean cómicos impecables, y en general haya un reparto con lo mejor del cine español, es fácil
que termine resultando cargante y anticuada.
Lo que parece claro es que esta no va a
ser uno de los trabajos memorables del genial director. No ha tenido
cabida en la ruta habitual de festivales y tampoco lo ha pretendido.
Se trata de pasar un buen rato divertido y así lo ha planteado el
propio Almodóvar. Si se consigue, perfecto.