Crítica de la película White god por Iñaki Ortiz

Pobre perrito


3/5
22/06/2015

Crítica de White god
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película

White God fue la triunfadora de la sección “Un certain regard” en el festival de Cannes de 2014, y tema de conversación para muchos de los críticos asistentes allí. Ganó muchos adeptos pero también algunos rechazos. Ahora, con el año de retraso habitual, ha llegado a nuestras pantallas y ya podemos forjarnos nuestra propia opinión. La receta es atractiva. Una premisa propia del terror de serie B más desacomplejado, combinada con un tratamiento típico del drama más sobrio de festivales. Solo por el planteamiento ya vale la pena darle una oportunidad. Además, el resultado es, cuando menos, entretenido, ligero. Sin embargo, el conjunto está lleno de problemas y no tiene demasiadas virtudes, más allá de la propia idea.

La introducción es una de sus mejores bazas. Siempre funciona una secuencia de ciudad desierta y de uso extravagante del urbanismo (en este caso una niña en bicicleta por una autovía desierta). El color está algo tratado y los planos de la jauría son muy llamativos, especialmente el cenital. Aunque ya en esta introducción encuentro los primeros problemas. El hecho de usar un flashforward para anticipar el clímax antes de afrontar un desarrollo más moderado, parece la decisión impuesta de un productor de Hollywood, y esto delata la que será la tónica general de la película: optar casi siempre por la concesión más fácil para el espectador. Por otra parte, después no se sabe situar bien esta secuencia en su momento, y termina pareciendo más bien un petacho. Luego, en algunas de las primeras escenas comprobamos ya que el director rueda de una manera mucho más convencional, con la cámara en mano que bota desbocada de personaje en personaje, un estilo trillado y que no termina de enfatizar nada. La película pierde plasticidad, y lo que parecía que iba a ser una cuidada obra audiovisual, desluce en demasiadas rutinas.

Pero el mayor problema de dirección no son estos momentos menores, el mayor problema está en un guión que se escuda en tópicos propios de una película de Disney, con ese desarrollo de perros vícimas, entre el fatalismo dickensiano y el origen de un villano de Marvel. En ese camino, personajes de brocha gorda, sin la dimensión que podría sugerirse del tratamiento estético que le da el director a toda esa primera parte. Y ojo, que cuando digo “primera parte” digo hora y media. La recta final tiene los mejores momentos, por grotesca, por atrevida, aunque cae demasiado en la estructura rígida. Un final sencillo y decepcionante no ayuda a terminar de levantar la película.

El punto de partida solo puede funcionar de verdad -de verdad, más allá del mero entretenimiento- si el nivel emocional está en consonancia con los sucesos extraños. Pongamos algunos ejemplos. En El incidente, Shyamalan parte de un planteamiento de serie B y asocia el universo emocional de los personajes al desarrollo de la película. En la reciente It Follows, un terror puramente abstracto sirve para representar emociones relacionadas con el sexo, la muerte y las relaciones de pareja. En Melancholia, Lars von Trier plantea, como aquí, dos partes diferenciadas, el drama y la ciencia ficción, pero consigue llegar a la segunda con un nivel alto de carga emocional que explota y se ve reforzado con el desarrollo fantástico. Aquí tenemos una historia de personajes planos, un padre arisco, una niña valiente, un perro adorable. La motivación emocional está buscado al nivel más básico y de primera lectura.

Lo que tenemos, en definitiva, es una película facilona de Hollywood disfrazada con maneras festivaleras. Eso sí, correctamente ejecutada. Viene a ser una tontería como El origen del planeta de los Simios, pero con la decencia de usar animales de verdad, y con algunos planos lucidos. Entretenida.



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White god en festivales: Festival de Cannes 2014




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