El estudiante es una película
sólida, real, sincera. En todos los sentidos. Sabe ir al grano, e
incluso te advierte, al principio de la película, de qué va a
tratar y de qué no, obviando datos irrelevantes. Trata la política
de bases, de cara a cara. Como tantas otras antes, nos muestra el
lado oscuro, la podredumbre, las maquinaciones; pero lo hace sin
apoyarse en el cinismo o en una actitud de rendición. Desde el crudo
realismo sabe encontrar un enfoque positivo. No busca grandes hazañas
o personajes increíbles, pero lo que ocurre importa y sus
protagonistas atraen. No acentúa los buenos y malos, no carga las
tintas, no necesita remarcar nada de eso porque su guión avanza
seguro, sin grietas, sin una trama simplificada o forzada.
Santiago Mitre dirige con una
planificación de aspecto improvisado pero por su fuerza queda claro
que está muy bien pensada. Trata a sus personajes con naturalidad,
pero sin indiferencia. Nos ofrece también unas relaciones de pareja
relajadas, reales, sin dramatizaciones. El protagonista, y su primera
chica se desnudan y él le besa el coño con naturalidad, sin buscar
un momento provocador, pero sin ocultar actitudes naturales. Es una
muestra muy clara del punto de vista de la película.
A uno le deja la sensación de haber
visto un segmento de unas vidas reales. Pero lo más importante es
que son unas vidas que importan.