La violencia sangrienta es el pan de cada día en la Semana de terror de San Sebastián. Los malos son degenerados psicópatas que se divierten jugueteando con objetos cortantes, en este caso son además neonazis, que da más miedo porque esos son de verdad.
La cosa funciona así: los protagonistas tienen un terror tremendo, y con razón, a caer en manos de uno de esos sádicos porque les van a hacer pupita, el público entre tanto se debate entre compartir su miedo, reírse de las bestialidades tomándolas como la broma grotesca que son o simplemente dejarse llevar por una serie de gratificantes sesiones de ultraviolencia. Que cada cual se sitúe en el grupo que prefiera, aunque en el fondo todos tenemos al menos un poco de cada. Luego, por supuesto está el público que directamente rechaza este tipo productos, una opción muy comprensible.
Podríamos situarla en la moda de películas de éxito reciente como Hostel o Saw y sus respectivas secuelas. Con violencia proveniente de peligros reales, aunque no necesariamente realistas, nada de fantasmas ni demás criaturas monstruosas. Siempre con toda una serie de elementos comunes en cuanto a vestuario y ambientación, con un tono oscuro y muy sucio. De hecho, el director de fotografía de aquí, Laurent Barès, también es el responsable de otra película similar que se proyecta una noche más tarde a la misma hora, en la misma seamana de terror, A l’intérieur.
Dirige el francés Xavier Gens, que afronta su primer largometraje después de un par de cortos y un episodio de una serie. Ya ultima su próxima película, Hitman, basada en el videojuego, que seguramente funcionará bien en taquilla. Supongo que su trabajo estará bien hecho.
El film quiere buscar una justificación a la realización de otra película de género en el mensaje político. Una crítica a la derecha francesa, que estará básicamente situada al principio de la película y que, seguramente, después sólo estará reforzada por la presencia de los neonazis – que son muy malos. Decididamente este no es un aliciente para mí. No sé si lo es para un par de festivales que la han incluído entre sus proyecciones, aunque finalmente son los de siempre: el festival de Toronto y el festival de Sitges.
Una película que estará bien realizada, tendrá un aspecto contundente y serio, pero que seguramente, como tantas otras, naufragará en una completa sumisión al género y la moda imperante hoy día dentro de él.
Para lo aficionados.