Jennifer Chambers Lynch es la hija del director de culto David Lynch y para quitarse esta etiqueta y tener un nombre propio en el cine, aún va a tener que trabajar duro. Su primera película, Mi obsesión por Helena, que pudo verse en el festival de Sundance, le valió un premio Razzie a la peor directora del año. Por supuesto, esto no significa nada, todo aquello que se escape un poco de lo convencionalmente aceptado como bueno cae en manos de los torcidos Razzie.
Quizá por esa razón, sin el tesón de su padre, esta directora se desanimó y ha tardado quince años nada menos en volver a dirigir un largometraje. Y puede que también por esa razón, haya buscado un género y una historia mucho más convencionales, donde se pueda refugiar en ofrecer una factura aceptable. Para los amantes del thriller -un género algo recuperado últimamente después de la sobredosis de los 90- es más que suficiente. De momento ya ha conseguido ganar en el festival de Sitges y, lo que es más importante, encauzar su carrera comercial, ya está rodando otra película. Nadie ha dicho que tenga que seguir su propia personalidad como su padre.
Surveillance hará las delicias de los amantes del thriller más correcto con algunos despuntes aislados de talento. Será sobrio, contenido, oscuro. Seguramente el mayor defecto que podrá resaltar es el de aburrir a quien espera una historia mejor. Dos buenos actores asquibles, como son Julia Ormond y Bill Pullman ayudarán a consolidar este proyecto.