La hija del particular David Lynch ha decidido realizar el thriller más convencional para recuperarse del golpe que supuso Mi obsesión por helena. Como ya comentaba en mi precrítica, esto le ha servido para encauzar su carrera, ya está preparando su próximo trabajo. Ha entrado de lleno en un mercado con muchas posibilidades, bajos presupuestos con público asegurado. En este mercado es importante, hoy por hoy, crear una atmósfera densa, que está bastante conseguida. La ambientación en parajes desérticos de la América profunda se lleva mucho. Un lugar donde la ley no termina de encontrar su sitio y se imponen los abusos de poder. Encaja tan bien en un tipo de cine que se demanda desde ciertos sectores del público que la hija de Lynch tiene asegurado el pan con varios títulos más. Claro que por este camino, seguiré refiriéndome a ella como "la hija de Lynch" en lugar de Jennifer Chambers Lynch.
La calidad de la película se resiente en varios sentidos. Si Julia Ormond no da el tipo, no quiero ni preguntarme qué demonios le ocurre a Bill Pullman. ¿Algo le ha sentado mal? Michael Ironside siempre llena la pantalla, pero su papel no da para mucho. Suspenso para el reparto, aunque donde realmente encontramos el peor defecto de la película es en el guión.
Seguramente lo que más llama la atención es lo desaprovechado que está el concepto de las cámaras en los interrogatorios y los tres puntos de vista. Una vigilancia que da título a la película y que en la práctica es asombroso como puede no aportar absolutamente nada para el desarrollo de la película. Ni el concepto de la vigilancia ni la historia dividida en tres puntos de vista diferentes influyen en lo más mínimo en la narración del film. No en poco, en nada. Malgastando este recurso, nos queda una película que se apoya en el formato antiquísimo de la historia construida por flashbacks hasta llegar al momento presente y desenlace. Se incluye la historia de corrupción policial como un simple entretenimiento que nuevamente no aporta nada en absoluto para el desarrollo de la película -aunque seguramente es lo más digerible. Todo ello acaba en un final sin demasiada vergüenza que hace aguas ante la más mínima intención de análisis superficial. Obviamente, un análisis en el que no entraré y en el que, como espectador, está completamente fuera de lugar.
Por medio de estos tres elementos (interrogatorios paralelos vigilados, subtrama de corrupción y giro final) se pretende conseguir algún brillo de personalidad propia. Los dos primeros son superfluos y el último simplemente sonroja. En conjunto aburre y pronto se olvida.
Al menos, las malas películas de padre tenían personalidad.