Crítica de la película El Havre por Hypnos

Hay algo indudable y que como diría el agente Mulder está ahí fuera, y no me refiero sólo a la verdad, sino al drama, a la vida concebida como un Valle de Lágrimas. Claro que en una justa visión maniquea habrá que atender también a los sentimientos y, lo más importante, a esa especie de lógica no escrita que nos incita a pensar que a quien es buena persona las cosas, forzosa o azarosamente, le tienen que salir bien.

De esta materia, de este discurso tan optimista como renovador de espíritu se nutre la última película de Kaurismaki. En esta ocasión sale un poco de su territorio nublado y de sus claroscuros agridulces para tratar un tema como es el de la inmigración, incidental, e insuflar una inyección de la única medicina que nos queda en estos días de apego a la prima de riesgo y en la que uno confía que si se es buen ciudadano las cosas forzosamente tienen que salirle bien. Y no, quizá sea la crisis del concepto de buen ciudadano, quizá hemos estado tan obnubilados que nos hemos dejado por el camino aquello de ser buenas personas y quizá en los márgenes, en los suburbios, en esa gente que no se subió a la vez al carro de la sociedad, a pesar de ser tan ciudadanos como todos los demás, nos demuestran día a día que sí, que es una crisis de valores la que estamos padeciendo.

Le agradezco y mucho al señor Kaurismaki que nos haya invitado a esta fábula sobre humanismo, magníficamente capitaneada por André Wilms, al que también vimos en Luces de Bohemia, al que da una réplica soberbia su mujer y que viene a revisitar la fábula de Casablanca, aquella del policía con doble fondo y la del pícaro que lo arriesga todo por una buena causa.

Magnífica también la manera en que te introduce en un mundo de irrealidad con un uso cromático tan interesante como siempre en la obra de Kaurismaki. Redonda, magnífica, gracias.