Atrapa el fuego es una película que apuesta por contarnos algo diferente a través de una serie de clichés que son los de siempre.
No veo en esto mayor problema si no fuese porque la película, a simple vista, parece mutilada, fraccionada, tensionada golpe a golpe, sin la necesaria suavidad o inercia dramatúrgica.
La idea de la película es extraordinaria. La manera de enfocar la vida de los 80 en Sudáfrica a través de dos puntos de vista, de dos personajes que tienen sus luces y sus sombras.
Por un lado tenemos a Nik Vos (Tim Robbins) al que le vemos emplearse con dureza cuando trabaja, y al que le vemos enseñando a sus hijas a utilizar armas de fuego para defenderse, pero al que también le vemos con motivaciones "humanas".
El protagonista, ajeno a lo que sucede, sin implicarse, centrado en su trabajo, pero no tanto en su familia, con relación adúltera incluida.
Sin embargo en esa larga presentación la película no entra, no consigue crear atmósfera más allá de las escenas manidas de interrogatorios, excesos policiales y demás.
El grueso de la historia considero debía ser la relación entre protagonista y antagonista, aquello a lo que parece que deriva la película, pero ella se deshace con demasiada rapidez.
Lo mejor de la película está en ese grueso, de unos veinte minutos: el primer encuentro cuando le ofrece agua, cuando le toca canciones de protesta a la guitarra, cuando le lleva a comer a su casa con su familia, cuando brutalmente lo mete en la sala de interrogatorios donde yace torturada su mujer.
Pero cuando eso se acaba y Noyce nos desvela ya que lo que le interesa no es eso, sino contar la biografía de Patrick Chamusso, la película se desinfla porque se ve obligado a resumir, y en ello Noyce nos desvela su incapacidad.
Noyce me parece un director muy interesante para crear atmósferas y para recrear situaciones tensas con unidad de tiempo, tal y como hizo en El americano impasible.
Cuando debe cubrir años, como en este caso, la narrativa le puede. Eso o le puede la tijera del productor en la sala de montaje, pero la película empieza a flaquear de fluidez y empieza a ir golpe a golpe.
Así vemos cómo con rapidez se enrola como revolucionario, su alistamiento y entrenamiento, con rapidez vemos cómo Nik Vos descubre que es un terrorista, acto seguido les tienden una emboscada, y la propia escena de sabotaje en la refinería está contada de manera atropellada, perdiéndose el climax.
Y lo peor de todo es que en toda esta parte la cámara de Noyce se vuelve la del turista, captando la realidad africana desde el punto de vista de lo curioso que le puede resultar a un occidental: los entrenamientos con los bailes y el exceso de canciones.
Al final la película deja un sabor agridulce.