Entiendo que sólo hay una manera de acercarse de una manera exitosa cinematográficamente hablando a la figura del pintor simbolista Gustav Klimt: una película cultureta.
El peligro de querer realizar un biopic de Klimt reside en que el director de la película, Raúl Ruiz, quiera quedarse en lo anecdótico de lo que ocurría dentro de su estudio, en la relación que mantenía con las mujeres que posaban desnudas para él, tanto prostitutas como mujeres de la burguesía, en el chismorreo de la forma y no en el primordio del contenido, de lo que significó el Art Nouveau para un Imperio que acunó al pintor en la opulencia y le puso el sudario con sus últimos estertores.
Mucho me temo que Ruiz se va a quedar en cuerpos desnudos de mujeres por doquier en el estudio y a una película intramura en la que nos cansaremos de ver la capacidad de John Malkovich para crear personajes obsesivos.
La película fue proyectada en la Competición del Festival de Cine de Moscú el verano pasado y lo cierto es que tuvo una acogida poco cálida.
Raúl Ruiz es un interesante director que nos ha dejado películas de cine negro en Francia de rara belleza. Un ejemplo de ello puede ser Hipótesis del cuadro robado o películas de drama fantástico como Las tres coronas del marinero.
Junto a Malkovich estarán Saffron Burrows (Troya, Frida o, próximamente, Reign over me), Stephen Dillane (Nueve vidas, Rey Arturo, Las horas) y el hijo de Klaus Kinski, Nikolai Kinski.
Y como en un biopic sobre un pintor debe hablarse obligatoriamente del director de fotografía, he de decir que la decisión de contar con Ricardo Aronovich, colaborador habitual de Luna en Stranded; Yo, puta y Moscow Zero me genera cierto interés.
Una película cuyo gozo mayor es poder verla en un cine.