Me encuentro con un problema cuando me enfrento a Los miserables, en concreto a esta versión, y es que no soy un fan de los musicales en general. Pocos y contados son los musicales que me han gustado o que me gustan. ¿A qué se debe? Las más de las veces a que hay un error de concepto en adaptaciones de musicales como ésta.
Seguramente Los miserables será un magnífico musical pero grabar un musical no asegura el tener entre manos una buena película.
La magia de un musical o de una ópera está en el directo, en poder ver y sentir a los actores en el mismo teatro en el que uno está. Parte de la magia del cine está en su capacidad de sugerir, de expresar situaciones y sentimientos desde lo implícito y no necesariamente de lo explícito. Y cuando uno, como en esta ocasión ha hecho Tom Hopper, rueda un musical en el que el 99% de lo que se habla es cantado se cae en el encorsetamiento.
Por un lado, estamos ante un musical televisado donde se pierde la magia y en el que la cámara se ve constreñida a estar pendiente del cantante, viéndose muy reducida su capacidad de narrar. Aquí, como se ha podido comprobar, da igual que la voz haya sido grabada en directo porque el resultado se vuelve tedioso. Hay escenas en las que se necesita una conversación de medio minuto para avanzar la historia y, en cambio, nos tenemos que tragar un número musical de 3 ó 4 minutos y así la película se termina extendiendo de una manera innecesaria y la música de las canciones se va repitiendo y todo adquiere un tono de exceso tedioso y de clara sinopsis de historias y de personajes que quedan meramente apuntados y no descritos.
De hecho, cuando Hopper no se ve obligado a utilizar los números musicales, cuando se callan las canciones, como en el asalto a la trinchera, la película gana enteros y fuerza. Es curioso porque, por ejemplo, trabajando sobre el mismo concepto, Los paraguas de Cherburgo funciona mucho mejor y no hay ese imperdonable encorsetamiento.
Por lo demás, una película en la que sobresale de sobremanera Anne Hathaway, con un I dreamed I dream sencillamente portentoso y con un Hugh Jackman que es capaz de mantener el peso de la película; un Russell Crowe que aguanta bien el envite y una Amanda Seyfried algo más justita con unos simpáticos Baron Coen y Bonham-Carter.
Una película que da exactamente lo que ofrece pero con un desarrollo demasiado extenso y tedioso. Una vuelta atrás en un concepto de musical más clásico que no nos aporta demasiado asidero en la butaca.