Jean Claude Van Damme se ríe de sí mismo. Esto no es nada novedoso. Lo han hecho muchos: lo hizo Schwarzenegger con bastante acierto y lo hizo Stallone sin ningún tipo de gracia. La primera diferencia, eso sí, está en que ellos lo hicieron entonces, en sus buenos años, riéndose de su figura de héroes de acción, mientras que Van Damme lo hace ahora, mofándose de su condición de actor acabado, tanto en lo profesional (¿alguna vez no lo estuvo?) y personal (divorcios, drogas... las constantes de toda estrella).
El segundo punto interesante es que, esta vez, Van Damme se apoya en un perfil muy post-post. Esto, que hubiera tenido su aquel en su momento, tampoco es novedoso ahora. Todo este rollo de "yo mismo soy el que está en esa situación que no es real, o que puede que sí, o seguramente ni sí ni no a la vez" nos lo hemos comido con papas a estas alturas. Yo mismo he procalamado un par de veces que el post-post está ya pasado. Que hay que ir buscando en la gran pantalla nuevas ideas, nuevos enfoques. Veremos qué es lo próximo.
Pero, de nuevo, hay diferencias. Aquí a los creadores de esta curiosidad (con ese tal El Mechri a la cabeza, un tipo que no ha hecho nada que hayamos visto en nuestro país) no les interesa tanto el enfoque artístico de su película, ni la tendencia de turno, como realmente el propio Van Damme y, ante todo, su parodia. Esto que a priori les llevará a crear una parodia de la persona, no del personaje, les llevará también (o eso espero) o trazar una parodia del propio estilo 'post-postmodernista'. Quizá incluso no sean conscientes de lo que están haciendo, pero puede que funcione.
O, seguramente, no. Al fin y al cabo es una película con Van Damme al frente, y eso de por sí ha sido siempre un dato negativo. Pero, por una vez, está intentando algo diferente. Démosle un poquito de confianza. Sólo un poquito.