Crítica de la película Dard Divorce por Keichi

¡¿Por qué, Olaff?! ¡¿Por qué?!


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26/10/2007

Crítica de Dard Divorce
por Keichi



Carátula de la película Hay directores denominados comerciales, asequibles para el gran público. También los hay difíciles, gente cuyas películas, por lo personal de su estética, no logran convencer a todo el mundo. Otro tipo de directores son los que, conscientes de sus propias limitaciones, tratan de potenciar sus defectos hasta caer en la parodia. Un claro ejemplo lo tenemos en la obra de Mike Mendez, y más concretamente en su ultima película, The gravedancers. Pero existe otra clase de directores que, a pesar de compartir muchas de las características de este último tipo, se creen capaces de facturar un producto de calidad y con ciertas pretensiones. El más claro ejemplo es el responsable de esta película, Olaff Ittembach. Pero antes de nada, hay que dejar claras las cosas. No hay que confundir la falta de presupuesto con la falta de talento. Cuando se adolece del primero aún pueden hacerse buenas películas, pero sin el segundo no se va a ningún sitio. Desgraciadamente, es algo que el alemán nos ha demostrado en numerosas ocasiones.

Al bueno de Olaff le debieron comprar sus padres una cámara domestica cuando era un chaval, con la que probablemente se dedicó a perpetrar una serie de inenarrables cortos que no vienen a cuento. Más crecidito, decidió meterse de lleno en el estudio del séptimo arte. Ahí fue cuando le debieron vender la moto de que el gore puede compaginarse fácilmente con cualquier tipo de historia, y una vez obtenido el exiguo presupuesto necesario, se ha lanzado a hacer películas como churros, para delicia de sus acérrimos seguidores (que los tiene) y desgracia del resto de mortales. Aunque sus primeras producciones, films como Premutos o Burning Moon, pudieran tener algún tipo de interés, en los últimos tiempos el director ha firmado obras tan desastrosas como Garden of Love o Beyond the limits. Esa cierta prepotencia tras la cámara, que no es a todas luces un guiño al espectador, se ve agrandada por el presupuesto extra que ha recibido para su nueva travesura. En esta ocasión, la excusa -en mayúsculas- es el trasfondo del divorcio.

A una película mala se le puede perdonar la inexperiencia de su director, la falta de presupuesto y medios o incluso la mala actuación de los actores, en este caso gente tan increíble como Jaymes Butler, un eterno extra, o Martina Ittembach, cuyo apellido me suena de algo. Pero cuando hablamos de un director con más de diez películas a sus espaldas, la cosa cambia radicalmente. Por mucho que se note el presupuesto y los medios empleados sean de más calidad que en el caso de sus predecesoras, la incompetencia de Ittembach no se arregla con dinero. Dard Divorce consistirá en una terrible sucesión de escenas sangrientas sin orden ni concierto, incapaces de motivar al espectador a través del miedo o la risa. Quien avisa no es traidor.




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