La película se centra voluntariamente
en el dolor de los padres, dejando bastante fuera el resto de las
reacciones sociales, si no afectan directamente a la pareja. Es una
opción perfectamente válida que debería enfatizar estos
sentimientos. Quizá el problema está en que se pierde un poco la
perspectiva de lo que ha ocurrido. Estamos más cerca de una pareja
cuyo hijo simplemente se ha suicidado, que de una cuyo hijo haya
organizado una matanza.
El primer problema es el perfil del
chaval. Reconocemos en él a un suicida en potencia, atormentado y
perdido, roto por dentro. Lo que no se ve es al perfil de chico que
se dedica a disparar a sus compañeros y profesores, y es que para
esto suelen aparecer otros factores.
En definitiva, lo que nos queda, a
grandes rasgos, es el dolor de unos padres, la culpa y los efectos
que tienen sobre ellos como individuos y como pareja. Con un buen
trabajo de ambos, tanto Maria Bello como Michael Sheen,
están muy creíbles e intensos, con algún punto excesivo de ella.
Pero esto nos deja una película ya vista, que transcurre por
derroteros bien conocidos.
Si se hubiera afinado más la
personalidad del chico y se hubieran mostrado más efectos sociales
(algunos los hay), posiblemente encontraríamos una película con más
personalidad propia. Me quedo con la idea que presenta: los padres
también son víctimas, aunque muchas veces sean tratados con un odio
destinado a los criminales.