He tenido que revisar lo que escribí (precritiqué) en su momento con motivo del estreno de esta película. Una vez vista, he de aplaudir que, cada vez más, siento que Díaz Yanes es un tipo con un estilo propio, con un perfil y un sello cada más definido, que Sólo quiero caminar ha ayudado a consolidar. Me gusta.
Gangsters, mujeres con arrestos, violencia seca, una iconografía hispana y latina muy marcada, mucho polvo y sangre reseca... Empiezan a ser marcas de la casa. Algunos de los planos y la manera de detenerse en momentos muertos, detalles... Todo muy Díaz Yanes.
El problema empieza a ser grave, ya lo vimos en Alatriste y algo apuntado en Sin noticias de Dios: Díaz Yanes no funciona como guionista en sus propias películas. Y esto es grave en un tipo que se había labrado una carrera de reputado guionista en el cine patrio.
La película no sabe muy bien por dónde camina, paradójicamente, la trama baila, va ya viene, unos vengan a otros, otros vengan a unos, se devuelven los golpes y la narración no parece consolidarse nunca. En ningún momento. Finalmente las emociones de los personajes, por culpa de narración desorientada, parecen por encima de las motivaciones apenas apuntadas.
Afortunadamente el metraje da para esbozar dos personajes marcados a fuego, carne dura: Diego Luna está inmenso como ese babyface que, algún día, morirá acuchillado por cualquier muchacho con ganas de fama y prestigio en las calles. Ariadna Gil es dura, seca, está perfecta, imponente. Látima que su acercamiento final sea, de nuevo, tan poco consistente. Pero, una vez más, a Díaz Yanes le da para otro de esos instantes que con tanto talento visual dibuja: Ella alejándose en la noche ("me gusta verte caminar", le pide él como último deseo en vida) y la guitarra de Paco de Lucía.
Definitivamente, Díaz Yanes es un gran guionista de diálogos e instantes, pero últimamente no funciona como guionista de historias, narraciones: películas.