Crítica de la película Repo! The Genetic Opera por Iñaki Ortiz

Prefabricada


2/5
10/11/2008

Crítica de Repo! The Genetic Opera
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Se confirma lo que ya era evidente: una película de culto no se puede fabricar. Y no será porque no lo han intentado, este es un gran trabajo de marketing a todos los niveles. Se ha buscado incluir muchos elementos distintos de marcada personalidad procurando que la segmentación radical -así ha de ser, pues las películas de culto son minoritarias- que consiguen en los espectadores, siempre vaya en la misma dirección para no limitarse en exceso.

Todo descansa sobre un elemento tan freak como es su condición de rock ópera. Esto ya de por sí divide al público básicamente en dos facciones, los predispuestos y aquellos que rechazan el producto de entrada. Ciencia ficción y gore light, dos elementos que también dividen, pero como decía, en la misma dirección, ambos subconjuntos se superponen, en la medida de lo posible, con la exactitud de un producto calculado por una mente cibernética que bucea en la minería de datos. Para terminar, añadimos a Paris Hilton, toda una figura pop de nuestros días, ideal para que se le caiga la cara -literalmente, no de vergüenza que también podría ser- mientras canta en un futuro apocalíptico. Se jalea un poco el producto colocando detectores de metales en la puerta del cine para que nadie la grabe y cancelando proyecciones en festivales de cine ¡Conseguido, chicos, ya tenemos nuestra película de culto! Y sin embargo, no es así ni mucho menos. ¿Por qué?

Sencillo, porque precisamente lo que suele hacer de una película un título de culto es la sorpresa, la chispa, la diferencia, la personalidad, todo lo que no tiene este film, pues vemos claramente que se trata de un refrito calculado que no tiene alma. Viene a ser un cruce entre El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webber y Sweeney Todd, con una forma musical muy cercana a la primera y un tono negro en la línea de la segunda. No es casualidad que ambos musicales se hayan llevado al cine recientemente. Todo en esta película suena a ya visto, con la diferencia de que estos elementos que ya conocemos de sobra ahora cohabitan, injertados en el tejido fílmico con la cirugía propia del mismísimo Repoman: fría, directa y eficaz aunque algo tosca.

Dejando claro que, en mi opinión, no consigue su objetivo de alcanzar el estatus de película de culto - aunque posiblemente el objetivo sea simplemente venderla como tal, y este seguramente sí que se conseguirá - ahora queda determinar si cumple los mínimos como cine sin mayores etiquetas. Lo cierto es que la ambientación, la fotografía y las coreografías no deslucen, el trabajo del director, Darren Lynn Bousman, es correcto, aunque en ningún momento brillante. De un musical de este tipo me espero un producto irregular que consiga algunas secuencias memorables, espectaculares, vibrantes. No algo correcto y monótono, como es el caso, así no encuentro justificación para el formato. Lo más destacable es el personaje de Repoman, con mucha fuerza visual, y las viñetas de cómics. Sonrojo también hay, como en el concierto en la habitación en defensa de los 17.

La música, finalmente lo más importante, tiene un par de piezas interesantes pero nada que destaque demasiado. Los intérpretes, sin embargo, se lucen con buenos chorros de voz, aunque Paris Hilton cubra el expediente muy en los mínimos. Lo peor, sin duda, es que comete el mismo error que algunas de sus predecesoras directas: no parar de cantar. Si la música consigue amplificar los sentimientos de los personajes, no tiene sentido que se utilice en escenas de diálogos comunes. Ahí simplemente resulta cargante -para colmo son tontorronas musiquitas de relleno- y entorpece el ritmo. Además, esta saturación consigue que los verdaderos actos de pasión musical queden menos definidos dentro de un mar musical monótono.

En definitiva, una película que falla en demasiadas direcciones y que, aunque resulta entretenida y a momentos disfrutable, se cae por sus propios defectos y por sus exageradas pretensiones. Fracasa en casi todos los defectos comunes del musical, que ya parecían superados con títulos como Moulin Rouge o Chicago.

Quizá la próxima vez, estos genios del marketing deban preguntarse si para encumbrar a una obra como película de culto no será necesario quizá tener en cuenta la opinión que tenemos nosotros, el público.



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