En un mundo mejor recuerda por
varias razones a una película sueca que se pudo ver en su momento en
el Zinemaldi, Fore Stormen. Como aquella, juega a ponernos en
la tesitura de situaciones complicadas que pueden ser atajadas
mediante la violencia, y como aquella, mezcla la violencia de los
adultos con la de los más pequeños, para hacer la reflexión más
rica.
Sin embargo, la película de Susanne
Bier es bastante más afinada y sutil que aquella en la
composición de los personajes. Las reacciones y comportamientos de estos se escapan de los tópicos (de pareja rota, de niño
sin madre) para encontrar un camino más realista, más templado y
donde uno puede reconocerse en las dudas y errores.
A partir del planteamiento que, como
digo, no es especialmente novedoso, hay dos decisiones que me
resultan especialmente positivas y que, creo, alejan a la película
de un posible fracaso. Una es la de huir de un final trágico
prefabricado que sacuda al espectador, habría sido un recurso tan
fácil que hubiera hundido la película. La otra decisión, la que
más alabo, es la de no ofrecer un mensaje o un punto de vista
marcado, si no la de plantear preguntas, subrayar los aspectos para
los que la sociedad no está preparada. Bier pone el dedo en la
llaga, pero no nos ofrece la respuesta correcta al final. Muchas
veces, especialmente en el terror, hemos visto la impotencia de un
ciudadano ejemplar ante actos de violencia absurda, pero aquí se
centra más en la ética de la respuesta, en cuestionar la otra
mejilla. Cómo actuar ante el mal personificado. Cuestiones de plena actualidad con la captura y muerte de Bin
Laden.
En definitiva, un guión de Anders
Thomas Jensen muy afinado, una dirección de Susanne Bier con
mano firme (muy alejada ya de su época Dogma, quizá sólo queda de
entonces el protagonismo de los actores) y unos intérpretes de
calidad, especialmente, los siempre impecables Mikael Persbrandt y Ulrich Thomsen.