La ventaja de un híbrido entre dos
géneros dispares es, por un lado el contraste, y por otro, destilar
lo mejor de la esencia de cada género. Esto es lo que casi se
consigue en Monsters, y que conlleva algunos momentos muy buenos,
el problema es que ha fallado una pata.
El contraste está ahí, es evidente.
Cuando se nos presentaba como un Lost in translation con
monstruos, no era un desatino. Ver de fondo los aliens
sobrevolando, con una atmósfera más o menos hipnótica tiene su
punto. Como en aquella película, una banda sonora elegante y
bastante chill, en este caso compuesta con mucho acierto por Jon
Hopkins (en el otro eran canciones seleccionadas), nos lleva a una
atmósfera donde se puede sentir perfectamente la temperatura cálida
de la noche, el sudor en la ropa, los olores de la selva. Y sobre
todo, orquesta la creciente atracción entre ambos personajes. El
broche a esta estilizada apuesta lo consigue esa última escena,
donde los monstruos son los que conectan, como metáfora de sus
propios espíritus, para - como no podía ser de otra manera-
terminar separados por la fuerza en un final abrupto.
Todo eso está muy bien, pero como
decía al principio, al buscar el híbrido, deben estar incluidos los
ingredientes de las dos partes, y aquí no es así. Si bien, al
principio, cuando aún no hay momentos peligrosos, la película
funciona perfectamente, cuando los protagonistas y su entorno corren
verdadero peligro, apenas es posible sentir una mínima tensión.
Como ejemplo, la escena en la que los tentáculos atacan los coches,
que recuerda enormemente a un ataque similar en Parque Jurásico,
sólo que si en aquella, el mago Spielberg hace de las suyasy creaba un gran momento, aquí
no hay apenas emociones, no sentimos el pánico de nadie, y el
momento se vuelve frío hasta el extremo. Parece que siguieran viendo a los monstruos por televisión. El director, Gareth
Edwards no sabe rodar suspense, mientras que domina el
ambiente de un fotógrafo en un tren perdido en la noche.
Por supuesto, es evidente la falta de
presupuesto, lo cual hace que tengamos una percepción de los
monstruos, sólo como un efecto digital a lo lejos, no hay sensación
de contacto. Eso no ayuda, pero tampoco es una justificación. Falta
un montaje, una mirada bien incluida, un movimiento de cámara, una
oscuridad... Pero quizá lo peor es que el desarrollo no se muestre
de acuerdo con los hechos. Cuando tienes que sacar una máscara de
gas de un cuerpo ensangrentado, no te apetece demasiado pensar en
pirámides románticas. Ni te atreves a quedarte dormido en el
exterior de una gasolinera. Los protagonistas se comportan como una
pareja de americanos perdidos en un viaje complicado por
latinoamérica. Punto. Los monstruos son simple adorno. El director
no cree en su propio planteamiento, o no sabe llevarlo hasta las
últimas circunstancias. Una pena.